Hay muchas ferias dentro de la Feria. Los maledicentes que estos días se pasean por el real sevillano llegados desde más al sur, entre copa y risa, resaltan las notables diferencias entre una Feria con todos los detalles autóctonos que a la misma encumbran como divina –vino, caballos, albero fino procedente de la cuenca del Guadalquivir- a lo que podría entenderse como una bonita verbena popular masiva bien organizada para el disfrute general del respetable, con perdón. Qué gran Feria popular, en todo caso, es la sevillana, una auténtica pasarela de moda donde fluye la elegancia en el vestir porque hay que cuidarse mucho de no parecer lo que en la tierra y sus alrededores se conoce como un tieso, del que se huye en la Feria y siempre como de quien acaba de contagiarse de peste porque un tieso no viste ninguno de los uniformes oficiales de la Feria –aquellos que invitan a pensar que el yate fue atracado a escasos metros, allá donde el río- y carece de caseta de socios donde invitar a destajo como muestra de poderío, de cartera, de triunfo social. Un tieso es como un pesao, al que por cortesía le preguntas cómo está y va y te lo cuenta. Y luego el calor y la corbata porque, sin corbata en la Feria de Sevilla, eres camarero o actúas de palmero en el flamenquito de la tarde. En conjunto, un auténtico y completo espectáculo a la vista.
Está la Feria política. En Sevilla los actos institucionales con más relumbre los concentra el Ayuntamiento, que lo dio el lunes y que como ahora está bajo el dominio de José Luis Sanz y del PP no cuenta con representación del PSOE y sí de los diferentes medios de comunicación que cubren la información diaria, tanto como agencias de publicidad que, un día después, martes, se encuentran en la copa oficial de Casajol, donde su presidente Antonio Pulido disfruta tirando de invitación a destajo. En Cajasol se concentran PP y PSOE por grupos, bien es cierto que la representación popular crece al son que decrece la socialista en porcentaje proporcional a lo que sucede en las instituciones; este año consejeros como Ramón Fernández, Carmen Crespo, Rocío Blanco, Catalina García o Carolina España han participado de manera activa en el séquito de copa en copa. Destacable la foto de Pulido con Manuela Villena, esposa de Juanma Moreno y primera dama de esta nuestra comunidad, a quien a diario sacan en publicaciones de moda y redes para mostrar el último modelo que ciñe su esbelta y distinguida figura. El PSOE, en cambio, prefiere vincularla con los contratos de Andalucía con Bidafarma en esa diatriba guerrera y sucia en la que se han metido todos con las mujeres o los novios de cada cual.
Los mimos, más o menos, se concentran un día más tarde en la recepción que a medias otorga Diputación de Sevilla y Ayuntamiento, este año con diferente color político y, por la escasa lona y cobijo que ha tenido el PSOE-A, nadie faltó a la copa otorgada por Javier Fernández, presidente de Diputación, y Sanz, alcalde. Por tanto, PSOE y PP mezclados entre un calor de lipotimia sin perder ni por un instante la imaginaria y palpable línea que los separa. Salvo los representantes de los medios de comunicación, midiendo no parecer excesivamente simpáticos con unos no sea que los otros piensen que eres más amigos de los unos que de los otros cuando tú, en definitiva, lo que tienes es un calor de vértigo y lo único que sirven es esa manzanilla sevillana rebajada, muy fresquita, eso sí, que no sabes si beberla o refrescarte frente y cuello con ella. ¿No hay vino que tenga sabor y color a vino, del amarillo?
Hasta Santos Cerdán, el número tres del PSOE a nivel nacional que estos días se debate entre la Ley de amnistía y el trasiego del caso Koldo, se baja al albero sevillano para departir con los compañeros, ante lo cual no falla casi nadie del PSOE andaluz más activo, ni Paco Reyes, presidente de Jaén, ni los representantes de Huelva, María Eugenia Limón, ni el amigo Ruiz Boix, que entre las crónicas de El Español y Aldana y los líos en Jerez con la dimisión de la ejecutiva para forzar a Mamen Sánchez a que deje la secretaria general para goce y disfrute de esa misma vieja guardia que repite la jugada cíclicamente para no perder el control está en guardia porque sabe que el ataque puede ser inminente y, visto lo visto, de procedencia incierta.
En un instante la caseta se vacía, es miércoles de la popular fiesta; todos se encaminan a la SER, donde la ministra Montero arrastra y el socialismo se siente más como en casa, aunque ya se encarga Yélamo, un maestro en saber estar y en todo, en tratar a todo el mundo perfectamente. La copa de la SER es, quizás, el acto protocolario final donde la representación socio política se da cita porque el jueves cada uno navega por libre y buena parte del almirantazgo sevillano abandona el real en busca de la arena final de la costa onubense o, el que tiene más suerte, de la gaditana, donde especial concentración hay en Rota, Chipiona o Sanlúcar. Y esa es otra Feria, el miarmismo en la plaza de Sanlúcar comprando langostinos procedentes directamente de la costa de Marruecos porque en Sanlúcar, pare, hay que tener ojo porque saben mucho. Y mientras el PSOE-A y la representación venida de Madrid se relaja en la SER con la concurrida presencia, la delegación del PP con el séquito de consejeros y encabezada por Elías Bendodo, menos Sanz, Antonio, en retirada ya porque su fiesta no da para más, se acomodan en la caseta de Carlos Herrera, la voz en COPE. El PSOE se despide relajado en SER, el PP lo hace en COPE, uno y otros más el famoseo en la del Turronero y a toda pastilla, todos bajo el calor asfixiante habitual en Sevilla y regados con ese rebujito azucarado que empasta el paladar y que sirve, además, para relajar la tensión visual ante el paseo de caballos transitado cual zoco en una bulliciosa tarde en Marraquech.
En tanto, el Ayuntamiento convoca referéndum popular –y no es broma- en los próximos días para que el sevillano empadronado en la tierra y libre y mayor de edad vote si seguir el modelo actual de sábado a sábado o cambiarlo al de antes de lunes a domingo -votación popular para trascendental asunto-. Es obvio que el formato jerezano, que lo copió Juan Espadas siendo alcalde y es quizás por esto que el PP ahora lo pone en cuestión, es más apropiado por cuanto ocupa dos fines de semana con sus correspondientes festivos y, hay que tenerlo en cuenta, a la Feria, divina o popular, se va cuando se quiere y puede y no es obligatorio hacerlo todos y cada uno de los días, no hay cuerpo -y pocos bolsillos- que lo soporte aunque la vanidad fuerce a vivirla como si no hubiese un mañana.