Los incendios son sólo la punta del iceberg de la vulnerabilidad de los bosques de España y protegerlos pasa por invertir en su gestión adaptativa al cambio climático para elevar su resistencia a olas de calor, sequías o plagas, y por devolver la actividad al mundo rural, según los expertos consultados por EFE.
Según imágenes satelitales, ya han ardido más de 300.000 hectáreas forestales en España y, aunque habrá que esperar a la revisión que se haga sobre el terreno para conocer la afección real, la superficie arbolada quemada rondará este año las 130.000 o 150.000 hectáreas, según el decano del Colegio de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas.
"Obviamente", el fuego es, junto a la deforestación, el causante del daño más inmediato y potente a los bosques, pero lo que hay que analizar son los problemas "subyacentes" que, en su opinión, tienen su epicentro en "la filosofía del bosque, mejor no tocarlo".
Esa falta de gestión es precisamente la que los hace vulnerables también a plagas, sequías, aumento de las temperaturas, nevadas o vendavales, ha aseverado.
"Los incendios son la punta del iceberg del estado y vulnerabilidad de nuestros bosques", según Mónica Parrilla, experta de Greenpeace, quien ha subrayado que actualmente arden con facilidad a causa de las olas de calor y sequías prolongadas derivadas del cambio climático, responsable también de plagas y enfermedades.
Por ello, es fundamental invertir en gestión forestal adaptativa que tenga en cuenta esas vulnerabilidades, así como dinamizar el mundo rural, pues su abandono ha propiciado que los bosques hayan aumentado sin control ni cuidados.
AMENAZAS MÁS GRAVES Y MENOS VISIBLES
Cada cierto tiempo, los incendios de disparan, como está ocurriendo en 2022 tras unos seis años de baja siniestralidad, ha dicho desde Ecologistas en Acción Theo Oberhuber, que ha atribuido la virulencia de los de este año a las olas de calor derivadas del cambio climático.
"Diría que los incendios son una de las principales causas de destrucción o afección sobre lo bosques, pero no que son la mayor (...). Hay muchas amenazas que son menos visibles, que no generan portadas en los medios porque no impactan en personas o bienes materiales, pero que existen y son constantes".
Entre éstas, la destrucción de bosques para implantar cultivos agrícolas o forestales, o el propio cambio climático, que genera alteraciones progresivas en muchas zonas boscosas.
"Un cultivo forestal no es un bosque aunque haya árboles", ha subrayado Oberhuber, que ha abogado por una gestión basada en la conservación, por renaturalizar zonas de cultivo para reconvertirlas en bosques de verdad y por concienciar de los beneficios ecosistémicos que aportan, incluida la extracción de recursos.
ENTRESACAR PARA EVITAR COLAPSOS
Según el subdirector general de Recursos Naturales de la Comunidad de Madrid, Felipe Ruza, el periodo actual de subida de temperaturas y bajada de las precipitaciones perjudica al estado vegetativo y lo hace más susceptible a sufrir incendios, plagas (como la procesionaria) o enfermedades (hongos y bacterias).
Dado que no podemos controlar las temperaturas ni las lluvias, la única manera de proteger a las masas forestales es actuar sobre ellas entresacando árboles cuando la densidad es muy alta para asegurar que haya suficiente humedad y evitar que colapse todo un bosque.
"Hay que manejar la vegetación sin extraer de más para evitar la erosión del suelo, favorecer la biodiverdidad y la fauna insectívora que frene las plagas y controlar de forma temprana posibles brotes de enfermedades", según Ruza, que ha lamentado que la sociedad no entienda que para cuidar los bosques "hay que cortar".
Para el científico especializado en bosques del INIA-CSIC, Javier Madrigal Olmo, lo que estamos viendo es una interacción entre perturbaciones abióticas (clima o decaimiento por sequía) y bióticas (plagas y enfermedades) y nuestros bosques están estresados porque están en proceso de adaptación al cambio climático.
"Habrá especies que sobrevivan, otras se extinguirán localmente y otras tomarán el relevo (...). Lo inaudito es que lo estamos viviendo en directo", ha subrayado el experto, que ha explicado que gestionar el bosque aceleraría ese proceso de adaptación al cambio "global" disminuyendo el impacto de las perturbaciones.
Si no se está haciendo se debe, principalmente, al abandono rural y a la falta de inversión en selvicultura en esas zonas para aprovechar los recursos.
"Ha habido un falso mito de que tocar perjudica al monte. Es verdad que en el pasado los trabajos no se hacían bajo criterios de gestión forestal sostenible, pero la ley ahora obliga a que si algo se extrae sea porque se sabe que se va a regenerar de manera natural".
Se trata de compatibilizar la gestión forestal o el aprovechamiento del recurso con la ecología de la especie en un contexto de cambio climático, ha concluido.
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Incendios, la punta del iceberg de la vulnerabilidad de los bosques
Protegerlos pasa por invertir en su gestión adaptativa al cambio climático para elevar su resistencia a olas de calor, sequías o plagas
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