Cuando su vida dio un giro de 180 grados no imaginaba ser lo feliz que es ahora. A pesar de lo agotadora que es su vida. Sarah Almagro, malagueña, estudiante y deportista de 22 años, se levanta a las siete y va desde Marbella hasta la Facultad de Derecho. Llega a casa, come y tiene que tumbarse a descansar. Las prótesis de sus manos pesan kilo y medio y las de sus pies más de dos. A los 18 años perdió sus cuatro extremidades por una meningitis que la tuvo 10 días en coma. Tras la universidad, tiene entrenamiento de surf o físico. A veces saca tiempo para entrevistas tan inspiradoras como esta.
Habrá gente que no conozca su historia. ¿Quién es Sarah Almagro?
–Me defino como estudiante y deportista. No me gusta que me reconozcan por tener cuatro prótesis. Pero bueno, me hago pública porque hace cuatro años me amputan mis manos y mis pies por una meningitis meningocócica. Me transplantaron porque mis riñones no llegaron a funcionar del todo. Fueron cinco meses de hospitales y muchas operaciones. Pero eso ya es parte de mi pasado y no me gustaría incidir tanto en eso.
Se aferró a un deporte, el surf. ¿Por qué?
–Desde chica hacia todo tipo de deportes. Mi familia me ha ayudado en todo y el hecho de poder hacer un deporte pasó a un segundo plano cuando me pasó esto. Hasta que mi padre me dijo que tenía que hacer algún deporte. ¿En serio? Lo veía imposible, pero empecé por el triatlón, el primer deporte que se me plantea. Aunque yo desde los cinco años hacía bodyboard y a los 13 empecé a hacer surf. Una persona que surfeaba en la misma playa que yo se enteró de lo que me había pasado y me dijo: “Yo voy a hacer que vuelvas a surfear”. Cuando podía recibir visitas en casa, vino a visitarme y me convenció. Tenía que aprender antes a nadar, ponerme en una tabla… En unas semanas ya era capaz de subirme sola a la tabla. Cuando ya decidí meterme en el agua dije “¡buah!”, vi que era capaz de apuntar maneras. Parece que fue muy fácil todo. En realidad lo fue.
¿Cuál es el próximo reto deportivo?
–Ojalá la selección española de surf adaptado me seleccione para estar en el próximo mundial en diciembre. El año pasado me traje la plata, pero mi objetivo es siempre ganar el oro. Todo surge cuando mis padres me decían: “Sarah, tú no te puedes quedar en el cinco, tienes que ir a por el diez”. Aunque no lo logre por cualquier circunstancia, que luego no se diga que no me esforcé al máximo para hacerlo.
También es importante lo que se ha conseguido en temas médicos y su principal reivindicación: lograr que Andalucía tenga un centro de referencia para amputados.
–Nuestro primer objetivo fue conseguir que la vacuna contra la meningitis se incluyera en el calendario tanto andaluz como nacional. Luego, también el tema del catálogo autoprotésico. Ahora el reto que sigue en el aire es que, en un mismo centro, se recojan todas las necesidades que requiere un amputado. Parece que la Junta de Andalucía ha mostrado interés. Hablo de ncesidades psicológicas, fisioterapia, prótesis… porque yo tengo que ir a distintos sitios para llevar a cabo mi vida de amputada.
Vivimos en una sociedad donde se juzga con lo mínimo, donde importa demasiado el qué dirán. En la toxicidad que hay en la redes sociales, ¿cómo lo afronta?
–Yo estoy más expuesta. También tengo haters. He aprendido que diga lo que diga, se va a criticar. Intento no poner nada polémico por redes y si lo hago, afrontar que voy a tener críticas. Los que verdaderamente me conocen, mis amigos, aunque no coincida con ellos en opiniones, respetan la mía. Eso no existe en redes.
¿Tiene algún sueño?
–A nivel deportivo, ir a unas olimpiadas, en este caso paralimpiadas. En 2024 el surf todavía no va a ser deporte paralímpico y en 2023 podría entrar en las listas para serlo en 2028. Ojalá lo confirmen pronto, me encantaría ir. ¿En lo personal? Formar una familia. Tener un trabajo. Y poder disfrutar de la vida que tengo hoy en día.
¿Hay inclusión? ¿El mundo está preparado para las personas amputadas?
–Parece que el mundo está adaptado hasta que te ves en una silla de ruedas. Las barreras arquitectónicas están ahí, rampas demasiado empinadas o escalones... pero lo peor son las barreras humanas. Por ejemplo, a mí me da igual que me miren porque no se puede evitar. Sé que los niños pequeños son los más inocentes y no tienen filtros, y van a decir “mira, mamá, no tiene brazos ni pies”. Entonces, muchas veces, los padres les giran la cabeza y miran de reojo. ¿Qué tipo de educación es esa? Hay que enseñarles que, dentro del cuerpo diferente de una chica como yo, no significa que sea un monstruo. Hay gente que me ha dicho que va a tener pesadillas conmigo. ¿Cómo va a ser eso? Somos el reflejo de la educación en nuestras casas.
¿Qué le diría al que tenga un bache en su vida?
–Que el psicólogo está genial, al igual que también está bien hablar con gente que haya pasado una situación similar a la tuya. Eso ayuda a relativizar. Mis padres han sido los principales pilares de apoyo, y también otros amputados.