La okupación de viviendas se ha convertido en un grave problema para muchos propietarios que observan con impotencia y frustración como pierden “de facto” sus casas frente a los temidos okupas y ante una justicia que discurre demasiado lenta, muchos se ven obligados a luchar contra sus indeseados moradores a golpes, eso sí, de talonario.
Las okupaciones en España han aumentado alrededor de un 63 por ciento en los últimos cinco años y aunque en 2022 se ha producido un ligero descenso respecto a 2021, Andalucía es -con un 14 por ciento del total y detrás de Cataluña- la segunda comunidad que más denuncias ha registrado por esta cuestión, según los datos que maneja el Ministerio del Interior.
Entre quienes forman parte de ese 14 por ciento de afectados estarían Antonio Fernández en Mijas (Málaga), Trinidad Cruz y Antonio Reina en Marbella, María Gómez en Sevilla o los vecinos de la urbanización Señorío de Calahonda en Los Jarales, también en Mijas
La llamada de una vecina, que le refirió haber visto luz en la cocina la noche anterior y a un hombre asomado a la terraza, alertó a Antonio Fernández, que en ese instante descubrió que tenía okupas en su casa.
Una pareja joven, junto al padre de ella, se había instalado en una propiedad que tenía a la venta en una bonita urbanización de la Costa del Sol y que en ese momento se encontraba completamente vacía.
Con el piso apalabrado y ante la posibilidad de perder al comprador, optó por contratar a una empresa de desokupación que le cobró 3.000 euros. Los especialistas visitaron a los moradores y acordaron con ellos que se marcharían en 48 horas siempre y cuando -por supuesto- Antonio les abonase 3.000 euros.
Al final, echar a los okupas de su propia casa le supuso un desembolso de 6.000 euros (un millón de las antiguas pesetas).
INQUIOKUPAS, OTRA FORMA DE OKUPAR
Alquilar, no pagar la renta y negarse a abandonar la vivienda es otra forma de okupar y con ella llegan los inquiokupas. De acuerdo con la Plataforma de Afectados por la Ocupación, el 70 por ciento de todos los casos que se producen se agrupan en esta modalidad.
Pero detrás de los fríos números y las estadísticas que muestran que en Andalucía se denuncian en torno a seis ocupaciones al día, hay personas con nombres y apellidos que se enfrentan a “la angustia” de no saber cómo actuar y a “la incertidumbre” de no saber qué va a pasar, comenta a EFE Trinidad Cruz.
Ella y su marido viven en un piso que les habían dejado sus padres pero en 2021, por fin, se habían decidido y habían podido adquirir su casa definitiva. Era algo antigua y la tenían que reformar, pero estaba en una zona céntrica de Marbella, próxima al trabajo y a la familia.
Como habían invertido en la operación todos sus ahorros, optaron por continuar un poco más en la vivienda de sus padres y alquilar la recién comprada para, así, “juntar algo de dinero para la reforma”, explica Trinidad.
La alquilaron a una señora sola pero un día comprobaron que en el piso estaban viviendo varias familias y había niños. En un principio todo fue bien y durante meses les pagaron puntualmente lo acordado pero según se aproximaba la fecha de finalización del alquiler, la situación cambió.
La mujer a nombre de quien estaba el contrato se marchó adeudándoles varios meses, los demás no querían irse y dejaron de pagar. Al final no les quedó más remedio que negociar con sus inquiokupas y ceder a su chantaje que no sólo suponía condonarles la deuda y el abono de los suministros, sino regalarles el equivalente a dos meses de alquiler.
CUANDO DOS NO ES MEJOR QUE UNA
En una situación similar se ha visto María Gómez en Sevilla y en dos ocasiones, además. En la primera salió a comprar y cuando regresó una pareja que se había interesado por rentar su estudio había forzado la cerradura y se había metido dentro pensando que ella estaba fuera de la ciudad; y la segunda, a los dos meses de alquilar, el inquilino decidió no pagar.
Le confesó que se había metido en ampliar su negocio, explica a EFE María, y tras asegurarle que él solía ser un buen pagador, le dijo que no se haría cargo de las mensualidades puesto que “alguien tiene que salir perdiendo y esta vez te ha tocado a ti”.
“No te puedes fiar de nadie y según está la ley, te dan ganas de no volver a alquilar nunca porque es una lotería”, lamentaba María, para quien la única solución a este problema es pagar a inquilinos morosos, a empresas de desokupación o a ambos.
Mientras, el Congreso ha rechazado de nuevo en noviembre una propuesta del PP para aumentar la pena a quienes okupen un inmueble con violencia o intimidación y la enmienda del PSOE a la Ley de Enjuiciamiento Criminal que pretende agilizar los desalojos se queda corta.
La enmienda en cuestión se centra, por un lado, en los casos de “allanamiento de morada y ocupación ilegal de bienes inmuebles” y se olvida de los inquiokupas; y por otro, protege a los okupas vulnerables a los que no afectarán los desahucios.