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Punta Umbría

?Salomé?, en el paraíso del juego de Las Vegas

Salomé no es una ninfa monstruosa que merece morir por empeñarse en tener la cabeza de Juan el Bautista sino una víctima de la perversión y por eso Robert Carsen ha situado la ópera de Strauss, que estrena el Real el día 11, en un casino de Las Vegas, un sitio ?tan bíblico y tan kitsch? como la...

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Salomé no es una ninfa monstruosa que merece morir por empeñarse en tener la cabeza de Juan el Bautista sino una víctima de la perversión y por eso Robert Carsen ha situado la ópera de Strauss, que estrena el Real el día 11, en un casino de Las Vegas, un sitio “tan bíblico y tan kitsch” como la obra.

Salomé, estrenada en Dresde en 1905, es “exagerada” y “kitsch” porque así nació de la pluma de Oscar Wilde y así la quiso componer Richard Strauss, según explicaron ayer el director artístico del Teatro Real, Antonio Moral, su director musical, Jesús López Cobos, y el propio Carsen, que se encarga de la dirección de escena como ya hizo en este coliseo con Katia Kabanova y Diálogo de Carmelitas.

Moral subrayó en varias ocasiones que Carsen, “a diferencia de otros muchos que sólo buscan epatar haciendo una y otra vez lo mismo” es un director “que no se repite” y alabó su “metáfora del mundo insustancial que representa Salomé con una visión excesiva en todos los aspectos”.

De tal calibre le parece su talento y profesionalidad, ha confesado, que “sólo” por colaborar con él en esta producción y en las dos anteriores ya le ha merecido la pena trabajar estos años para el Real.

Para este montaje, coproducido por este teatro, el Maggio Musicale de Florencia y el Teatro Regio de Turín, donde se ha estrenado, se podrá ver por primera vez en una ópera en el Real a la “excepcional” Nina Stemme y en el de Herodías a Doris Soffel, “un animal escénico y absolutamente extraordinaria”, según Moral.

Salomé es para Carsen una obra prodigiosa que gira en torno a una familia “disfuncional”, la que forman Salomé, su madre, Herodías, y su padrastro, Herodes, asesino de su padre y un “pedófilo” obsesionado con ella.
Todo lo que hace Salomé es “una respuesta” a lo que le rodea y su fijación con Juan el Bautista.

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