Su nombre, de origen vikingo, y su apellido, de raíces sicilianas, definen perfectamente cómo se siente el pianista sueco Helge Antoni, “muy nórdico y muy de Europa del sur”.
Nacido en Malmö (Suecia), nieto de músicos por el lado paterno y descendiente de una dinastía de artistas austro-húngaros por el materno, Helge Antoni ha vivido en Londres, París, Lima, Berlín, Estocolmo, Barcelona y, desde hace tres años, en Málaga, una ciudad que le cautivó desde el primer día.
En estos años, se ha convertido en un pianista solicitado en todo el mundo, tanto como solista como acompañado de reconocidas orquestas , además de trabajar con distinguidas sopranos. Durante su carrera, ha realizado varios discos muy aclamados, incluida la grabación de su obra maestra, ‘Variations Op. 94: Fatum’.
El pianista sueco es uno de los artistas invitados por la Real Maestranza de Caballería de Ronda para participar en la XXIII Semana de la Música que la institución tiene previsto celebrar del 26 al 30 de junio enmarcada en los actos de conmemoración del 450 aniversario.
Sus orígenes le definen...
–Mi nombre es como yo, porque tengo un lado nórdico y un lado muy de Europa del sur, me siento casi más en casa aquí, en Andalucía, que en mi propio país, por la forma de vida y la gente, abierta, sonriente. Como mi esposa es peruana, somos muy felices aquí porque nos sentimos en casa. También mis programas de música tienen dos o varias culturas en sí mismos. Andalucía es un ejemplo fantástico de esta fusión de culturas, de una riqueza que es maravillosa.
¿Cómo se resume una trayectoria profesional tan extensa como la suya?
–Estudié en la Academia de Música de Malmö con Stanislav Knor, después en Londres y he vivido treinta años en París, donde empezó mi carrera internacional. He tocado en casi todo el mundo, excepto en China y Japón.
En 1978 se convirtió en el primer músico sueco en recibir una beca del British Council, ¿qué supuso?
–Este fue uno de los milagros de mi vida. Fue fantástico porque esta beca pagó tres años de estudios en Londres. Vivir en Londres en esa época, con 21 años, en el centro del mundo musical... Tuve la suerte de tener un profesor extraordinario, Peter Feuchtwanger, y esto es interesante porque en el concierto del 28 de junio en Ronda voy a tocar una obra que él escribió para mí, inspirada en la música clásica árabe, bien andaluza.
¿Qué destaca de su etapa de París?
–Mi carrera internacional empezó en el Festival Mai Musical en Burdeos, y en mi debut en París, en la Salle Gaveau, la sala estaba llena -al año siguiente ganó el Premio Menuhin-. Fue increíble, siempre tengo Francia en un lado muy importante de mi corazón. Fue la primera etapa de François Mitterrand en la Presidencia, una época cultural muy intensa. Ahora no me gusta vivir en París, viven para trabajar y en Andalucía la gente trabaja para vivir, es mucho más sabio.
Y ¿después de París?
–París fue muy interesante porque se produjo otro milagro que fue encontrar a la mujer de mi vida, una ‘prima ballerina’ clásica muy famosa. Nos conocimos en Suecia, nuestra historia es casi una novela, durante muchos años no fue el momento, pero al final nos sincronizamos y empezamos a vivir en París. Después pensamos en vivir en su país (Perú). Para mí fue importante conocer la cultura en Lima, fueron cuatro años fantásticos, donde creamos una asociación -Clases Maestras Helge Antoni- para ayudar a jóvenes músicos. También tenía mis conciertos en Europa y Estados Unidos, por lo que después de cuatro años muy ricos en emociones y experiencias regresamos a Europa, primero a Berlín, después a París dos años, Estocolmo, y pensamos que necesitábamos ir al sur de Europa, primero a Barcelona, cinco años muy interesantes, y ahora a Málaga, una ciudad encantadora. Fue en plena pandemia, llegamos para un mes y después de dos días nos sentimos tan bien que decidimos buscar casa, y esa fue la aventura andaluza.
¿Qué ha supuesto vivir en tantos países para su crecimiento como pianista?
–Andalucía es una fusión de culturas. Mi mamá era de Alemania del sur, mi papá de Suecia, viví en Londres, París, Sudamérica, en España en dos lugares muy diferentes. Todo esto es muy enriquecedor. En este mundo la gente sólo habla de cosas negativas de la inmigración, la globalización, pero no, es una riqueza, todos somos humanos y no hay una sola verdad. En mi familia, desde muy niño sabía que había diferentes versiones, no sólo una manera de pensar. Me siento primero europeo, después sueco, Europa tiene esa cultura tan variada... hay un alma europea que sentí por primera vez cuando fui a Estados Unidos, es un país fascinante pero me sentí muy diferente.
Como pianista, destaca por su programación creativa y su enfoque personal.
–La gente siempre me pregunta cuál es mi compositor favorito, es como decir a un andaluz cuál es su comida favorita, es imposible, hay tantas cosas ricas y deliciosas. Tenemos más de 300 años de historia de los más grandes compositores, casi todos pianistas, que dedicaban mucho tiempo a componer las obras más lindas y más personales. Hace mucho tiempo sólo hago conciertos con un concepto, de toda esa riqueza de más de 300 años tengo diferentes ideas y creo estos programas muy personales, tengo un lado muy creativo como intérprete, no soy compositor, pero mis programas son hechos como una obra.
¿Cómo será su intervención en la XXIII Semana de la Música de la RMR?
–Cuando Ignacio Herrera de la Muela me invitó pensé que estaría bien hacer algo con los jóvenes músicos pianistas de aquí. A mí me gusta mucho compartir mi experiencia de más de 40 años como músico internacional. Y eso estaba también en su pensamiento. Me habló del 450 aniversario de la Real Maestranza de Caballería y de hacer un concierto como elogio a un personaje muy especial en la historia de la institución, el primer Hermano Mayor, el Infante Don Gabriel, un personaje fantástico, músico, pintor, lingüista... Me quedé fascinado y empecé a leer muchas cosas sobre él. La primera parte del programa del recital del 28 de junio -Scarlatti, Pescetti y Mozart- es como un retrato del infante, y la segunda parte incluye obras diferentes con la idea de celebrar con una música muy festiva -Edvard Grieg y su ‘Suite Holberg op. 40’-, los 450 años de la Real Maestranza. Después hay obras más místicas -Erik Satie-, y para cerrar la obra de mi profesor en Londres -‘Tariqa II’-, una obra mágica que me gustaría tocar especialmente en esta ocasión.
Antes impartirá una masterclass a alumnos del Conservatorio, ¿cómo lo afronta?
–Esto será lindo, es un trabajo más profundo también. Los días 16, 17 y 18 haremos unas jornadas intensas de masterclass, con ocho participantes, aunque esos tres días están abiertos a oyentes. El siguiente fin de semana el concierto es con los participantes activos, que van a prepararse a diferentes niveles, porque estar en el escenario no es sólo la música, sino cómo se presentan. Tengo la ayuda de mi querida esposa, que va a ayudarles con la relajación y el lado corporal, y a prepararlos para el concierto. Las piezas que tocarán no están seleccionadas. Están las propuestas de los alumnos, pero el programa exacto va a crecer en estos encuentros. Serán obras muy lindas de los grandes compositores. Va a ser un programa muy interesante.