Sin duda alguna Internet es el medio de difusión más rápido y profuso que la criatura humana haya creado. Tanto nos hemos apareado con este invento, que parece llevar toda la vida entre nosotros. Según los que se dedican a contar cosas, somos cerca de cuarenta y cinco millones y medio de españoles los que sufrimos y/o disfrutamos de su existencia. La verdad es que a mi estas cuentas no me cuadran porque la población del país la cifran esos mismos cuenta cosas de antes, en poco menos de cuarenta y ocho millones, y no me imagino yo a los niños de biberón y a nuestros mayores achacosos, sentaditos ante una pantalla brillante dale que te pego. Pero en fin, aquí estamos más que hartos del trapicheo de datos y para que vamos a pamplinear con estos.
Internet también es el medio de divulgación masiva más directo y personal que se conoce. Basta mandar un simple guasap a diez personas distintas, para que en unas pocas sucesiones de reenvíos, el mensaje pretendido se propague en un bufido hasta cualquier escondrijo del mapa. Pero este filamento, conductor invisible de todo lo transmisible, no siempre se aprovecha para fines sociales honestos e ilustrativos. Hay otras alternativas de uso que incluyen la manipulación y el fraude. Y a fe que los heraldos de la discordia, las aprovechan maliciosamente para tratar de influir y desestabilizar la corriente ideológica de los indecisos, y hacer cuestionar también la opinión de los semi convencidos, con programas informáticos proyectados a tales intenciones. Gentuza que podríamos definir simplemente como predicadores de lengua emponzoñada con doctrinas adulteradas.
Hasta ahora, esta praxis estafadora de los apañadores de la verdad caía en saco roto la mayoría de las ocasiones, y sus intentos de desestabilización eran consignados directamente a la papelera del ordenador, porque el español se tiene bien aprendido ese sugestivo dicho de vete a robar a la cárcel. Pero en tiempos de vacilación la cosa cambia. Cuando las dudas afectan el ánimo, se origina en la campiña de las inquietudes el caldo de cultivo necesario para esparcir semillas de titubeo que acaban por fecundar la mala hierba. Y ahí es donde aparecen esos jornaleros ocasionales abonando con su excremento nauseabundo la dehesa de la incertidumbre. Infectando el espacio cibernético con una deflagración de falsedades que ríete tú del nazi Goebbels y la perversidad de sus intenciones. Manosean la historia, retocan fotografías, falsifican textos, trucan videos, inventan bulos y ridiculizan e injurian a los políticos contendientes con el único objetivo de potenciar el pesimismo que bulle en la sociedad en estos momentos de trágica actualidad. En lugar de fomentar el acercamiento de pareceres haciendo piña contra la discrepancia, procuran por todos los medios ocasionar el cisma de la avenencia y provocar el enfrentamiento dialéctico entre los usuarios de la red en un intento execrable de atentar contra la paz social que disfrutamos a pesar de los pesares. Una paz social que todos debemos cuidar sin dar una sola oportunidad a esos fanáticos intransigentes, que disfrutan hurgando en la herida abierta echando sal sobre ella para enrarecer la atmósfera ciudadana con sus, más que evidentes, pérfidos propósitos. Como siempre, justifican sus fobias y exaltan sus propuestas con una destreza consustancial infinitamente superior a la más contundente de las demagogias. Recurren al discurso populista-patriótico y ofertan soluciones, atacando a todo lo que la Constitución ampara, camuflados bajo piel de cordero fumigada con el más distinguido de los perfumes. Aprovechan el desconcierto para confundir a la población imputando a sus adversarios políticos los orígenes de los problemas del país, al tiempo que esconden bajo sus montajes engañosos la verdadera naturaleza de los mismos. Son maestros en distorsionar la realidad y les importa un huevo las consecuencias de su manipulación sistemática.
A los que hacéis el juego a esa tribu de farsantes casposos, enemigos de las libertades y provocadores de la estabilidad ciudadana, os digo que no me reenviéis la bazofia reaccionaria que os remiten porque con ello me otorgáis licencia para catalogaros de igual forma que a ellos. Vuestra complicidad os convierte en lacayos de la intolerancia y sediciosos de la convivencia pacífica. Dirigid vuestro odio hacia otras direcciones porque conmigo pincháis en hueso. La libertad es un don inapreciable y cualquier desalmado que la ponga en peligro no es bienvenido a la vecindad de la igualdad solidaria que habito.
Por suerte, los españoles gozamos de diversos medios independientes para informarnos de todo aquello que necesitemos, sin necesidad de que ningún bastardo irrumpa en la intimidad de nuestras redes sociales con basura retrógrada que, de no ser reciclada por los amigos del sectarismo totalitario, quedaría agostada en el primer envío de sus embusteros creadores.