Tú nunca entenderás lo que te quiero, porque duermes en mí y estás dormido. Yo te oculto llorando, perseguido por una voz de penetrante acero.
Sonetos del amor oscuro
Federico García Lorca
Dice la RAE que la palabra maricón es un adjetivo, aunque se suele usar más como sustantivo aumentativo de marica y se refiere al hombre homosexual; pero también al hombre afeminado (amanerado, adamado) y se utiliza como insulto grosero y como mero rasgo identificativo.
Debo decir en justicia, que a esas personas a las que se les llama despectivamente maricones son como yo, como usted, como cualquiera. Todos los humanos queremos lo mismo: vivir, trabajar, tener salud, amistades, amor, pasión, libertad, propósito de vida, etc.; ¿Dónde está entonces la diferencia? Pues sólo en su orientación sexual. Es muy común oír a los machos: Ese es un maricón; maricón de mierda; maricón el último; o es un mariconazo. Y eso tiene varios calificativos: homofobia, lesbofobia, bifobia, transfobia, y un odio a la diversexfobia. Parte de estas “fobias”, son herencia de la época patriarcal que impuso el régimen franquista.
Amar con libertad era muy difícil en un país cuyo régimen se encargó de hacer de la homofobia un miserable emblema fascista con el repudio, el exilio, la prisión, los castigos severos y los asesinatos como medallas a su campaña. Al fin y al cabo, ser homosexual de forma pública atentaba directamente contra los valores cristianos en los que el franquismo había depositado su alma. Digamos pues que ser marica en esa época era un suicidio porque desde el momento en que te fichaban ya no podías vivir ni hacer tu vida como cualquier persona. Repudiados, se dedicaban a labores de limpieza de locales y escaleras, venta de papeletas clandestinas, cuidado de personas mayores, normalmente sus padres, etc. Y visitas a comisarías y cuarteles de la guardia civil de vez en cuando.
Los maricones comenzaron a ser considerados traidores del nacionalcatolicismo únicamente por su orientación sexual y puso de manifiesto el nuevo enemigo a batir del régimen: la diversidad sexual de homosexuales y lesbianas principalmente. Resultado, cárceles, palizas, técnicas psiquiátricas aberrantes, campos de concentración y maltratados de por vida.
La Ley de Vagos y Maleantes se reformó y se publicó en el Boletín oficial del Estado el 15 de julio de 1954 y decía lo siguiente: A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos o lisiados, se les aplicarán para que las cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes: internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás; prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio; sumisión a la vigilancia de los delegados.
Para proteger a los españoles y reformar a los invertidos, la dictadura recluyó a los homosexuales en los cientos de campos de concentración que se levantaron en España, siendo en este caso uno de los más famosos el de Tefía, en Canarias, que mantuvo su actividad desde 1954 hasta 1966.
Octavio García (Gran Canaria septiembre 1931) estuvo preso allí por su orientación sexual, y así relató las consecuencias de una ley cuya intención no era "castigar sino humillarte y destruirte": "Estuve 16 meses presos. En el campo sufre palizas, hambre y humillaciones constantes. Los vigilantes llevan látigos, fustas o varas para pegar a los reclusos. El campo no dispone de agua corriente ni luz. El agua la sacan los presos de un pozo y la almacenan en bidones. Los presos duermen en el suelo de los barracones, sobre un jergón de paja y durante el día son obligados a cargar piedras, transportar agua, cavar zanjas o picar piedra. La alimentación se basa en pan de tres días, fideos con carne de cabra y guisantes con batatas enraizadas mezclados con gorgojos. El único día de la semana que pueden lavarse es el sábado, y sólo durante un brevísimo espacio de tiempo que un guardia marca con un pito".
Hasta la literatura los humilló en muchas ocasiones. Pongamos algunos ejemplos. Decía Camilo José Cela en una de sus obras que “a Matiitas le gustan los hombres... como a los maricones”. Y Delibes también publicaba eso de “les parecías afeminado, ¿no es así? -¡Qué afeminado, oiga! Marica, maricón, y que Dios Padre me perdone, de lo peor, ¿entiende?". Por último, Goytisolo decía “en la piscina, los exhibicionistas de la palanca y los mariconazos acechantes”.
En fin. Este artículo es un homenaje que les hago a estas personas a las que considero con los mismos derechos que los que tenemos todos. Yo me veo reflejado moralmente en sus sufrimientos por el mero hecho de que han nacido maricón (permítanme el adjetivo cariñosamente).