El Loco de la salina

Ya está bueno lo bueno

A los volados que habitamos este bendito manicomio nos trajeron aquí a la fuerza sin preguntarnos ni la hora. No vaya usted a creer que vinimos voluntarios de excursión cantando con flores a María que madre nuestra es. Ni locos queríamos meternos aquí, pero, cuando llegamos a darnos cuenta, ya estábamos en el sitio adecuado para los de fuera, que no para nosotros.
Saco todo esto a la luz a raíz de lo que ha dicho Ruiz Gallardón sobre construir una residencia para los ciudadanos que andan tirados por esas calles de Dios. Algunos se han rasgado las vestiduras y se han llevado las manos a la cabeza, pero yo no, porque del cuello para arriba estoy fatal y ni siquiera me peino por no escuchar a los pelos quejándose. Creo que el hombre, a pesar de ser político, lleva su gran parte de razón y que eso de andar tirados por las calles tiene que tener unos límites, y que esos límites los marcan los derechos de los demás.
Y, si alguno piensa que lo que a continuación se relaciona es pura exageración, sería bueno que se diera una vueltecita por La Isla con los ojos bien abiertos a ver si ven lo que la mayoría vemos. No hay que irse a los Madriles para ver el denigrante espectáculo al que asistimos todos los días. Solamente tiene usted que asomarse al comienzo de la calle Rosario. Sí, a la misma entrada de la Caja Rural. Ya una vez escribí sobre el particular, pero a lo que se ve me tomaron por cuerdo y no se hizo nada. Lo más granado, lo más escogido del turismo internacional, lo más selecto de la gente guarra de cualquier lugar del mapamundi se da cita allí todos los días. Perdón por las expresiones, pero todas estas palabras vienen en el Diccionario y responden cruelmente a la realidad, aunque les parezcan malsonantes. Estas señoras y estos señores a los que me refiero se cagan en plena vía pública, se mean a la luz del personal, escupen si les apetece, beben impunemente innumerables litronas de cerveza una detrás de otra o vino peleón según la colecta que hayan hecho, insultan a muchos de los que pasean tranquilamente por la calle poniendo de hijo de puta al que no les gusta y de cabrón al que les disgusta, acarrean perros sucios y harapientos que por supuesto también cagan y mean donde les cuadra, duermen las borracheras donde les place molesten o no molesten, vomitan donde sea si el cuerpo se lo pide, llevan una vida de parásitos totales a costa de todo el que pasa por su lado… ¿O no es verdad? Y ahí están. Mientras, los demás tenemos que mirar para otro lado en el mejor de los casos y aguantar la cosa. Se comprende que algunos son alcohólicos y que por tanto son enfermos. Sin embargo no se comprende que siendo enfermos no estén ingresados, aunque sea a la fuerza, en un hospital. Se comprende que la vida está muy mala y que cada uno hace lo que puede. Sin embargo no se comprende que se le permita a esta gente arrasar por dondequiera que acampan. Pero lo que menos se comprende, por muchas vueltas que uno le da, es que, si su filosofía de la vida es vivir como los animales, vivan así entre personas. Son muy libres de hacer lo que quieran, pero los demás también somos libres para hacer lo que queramos. No se debiera consentir que estas ciudadanas y ciudadanos estén tirados en ese plan en plena vía pública, como si aquí fuéramos auténticos cerdos. Creo yo que habrá que leerles la cartilla, para que sepan que aquí viven personas que no tienen por qué aguantar todo lo que tienen que aguantar. Y si no tragan, para eso está la fuerza pública, que como el propio nombre indica existe para defender al público.
Ya sé que la policía debe estar muy atareada con los coches que circulan por la calle Real y no se les puede distraer estando ocupada en un tema tan productivo, pero ya está bueno lo bueno. ¿O es que los que escribimos estas cosas estamos locos?

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