Los vecinos de la zona del Parque de la Laguna del Moral advierten del avistamiento de las primeras orugas procesionarias del pino. Una especie que en los últimos inviernos está adelantando su aparición debido a las suaves temperaturas de los últimos inviernos por el cambio climático. Es ya algo característico de estos meses ver largas hileras de estas llamativas orugas, en su marcha anual para buscar un lugar donde enterrarse y empezar su metamorfosis.
Así las larvas de la oruga procesionaria se apiñan durante el invierno a los bolsones que penden de los árboles y, según se acerca el mes de febrero, llega la época en la que no es raro levantar la mirada hacia las copas de los grandes pinares buscando los característicos nidos blancos de la oruga procesionaria del pino, sobre todo entre aquellas personas que pasean con niños o perros.
Las orugas (larvas) están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas. La sustancia que le confiere esta capacidad urticante es una toxina termolábil denominada Thaumatopina.
Esta toxina puede provocar dermatitis, lesiones oculares, urticarias y hasta reacciones alérgicas son algunas de las consecuencias de tener un contacto mínimo con las orugas procesionarias por la liberación de histamina. "Ni siquiera es necesario el contacto directo con las orugas ya que, cuando éstas se sienten amenazadas, lanzan sus pelos al aire, lo que genera irritaciones y alergias, especialmente si éstos alcanzan, por ejemplo, los ojos", explica Jorge Galván director general de la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA). Cada ejemplar cuenta con unos 500.000 dardos envenenados en forma de vellosidades llamadas tricomas. Basta con que la oruga se sienta el peligro para que lance los pelos que contienen la toxina termolábil thaumatopina.
Las recomendaciones en caso de estar en contacto con las orugas procesionarias del pino son:
-Quitar los pelos en la zona afectada con la ayuda de unas pinzas o de cinta aislante (no usar las manos)
-Lavar la zona con abundante agua
-Evitar rascarse o frotarse la zona afectada
-Acudir al médico en caso de sufrir fiebre, problemas respiratorios, inflamación de cara o lengua, de padecer de asma o cardiopatías o en caso de embarazo.
Sin embargo, en el caso de de los animales de compañía, especialmente de los perros, se debe aumentar la prudencia, ya que el contacto con la oruga puede llegar a ocasionarles la muerte. Si un perro se acerca a olisquear la fila de procesionarias, los pelos de las orugas pueden quedarse pegados o clavados en la zona de contacto (hocico, lengua y patas son las zonas más sensibles), prolongando la potente reacción inflamatoria. Como recuerdan desde ANECPLA, los principales síntomas del contacto con la oruga que los perros pueden manifestar son inflamación del hocico y cabeza, picores intensos en las partes afectadas y abundante salivación. En caso de ingestión del insecto, el tóxico que puede provocar necrosis de lengua y garganta. La ruta de guía para actuar en casos de ver al animal con claros síntomas es aliviarlo limpiando la zona afectada con agua caliente y jabón, pero nunca frotando. Y hay que acudir urgentemente a un veterinario, puesto que el perro podría morir en un plazo máximo de dos horas.