Ganar, aunque sea en pretemporada, es importante para ir al campeonato liguero en plenas condiciones y con la inercia positiva con la que ha ido trascurriendo desde que los entrenamientos dieran comienzo. Bien es cierto, que aunque en fase de construcción y ante rivales de menor entidad, el margen de mejora dará una mejor ubicación y más real a un proyecto que continúa ultimándose.
Con el anuncio del recorte presupuestario y lejos de achantar los ánimos, el deseo y la ilusión ha devuelto la esperanza y la energía en confiar en un curso con más seguridad y menos apuros en conseguir el objetivo final. Atrás quedaron las dudas, los parches y los punteados a un plan que iba a contrapié y sin un programa establecido.
La situación económica reinante ha ayudado a ajustar un plantel en versión de saldo, pero con una filosofía realista y acomodada al céntimo. El estado de recesión obliga a tomar decisiones frías y severas, ante unos ingresos escasos y previsibles.
La faceta deportiva ayudó a que la atmósfera que envuelve al equipo nada tenga que ver con temporadas precedentes. De la cuarta campaña consecutiva en la que se parte en Tercera, ésta es sin duda la menos traumática de todas las anteriores.
Conseguir el ideario más completo y aprender de errores pasados ha dado un plus de motivación en querer cambiar el chip negativo y pesimista. Intentar cerrar de un plumazo etapas traumáticas, recuerdos dolorosos para buscar un futuro más claro y reluciente.
Lo primero y más importante: el equipo de Mere sabe a que juega. La improvisación dejó de tener sitio en Valdelagrana. La táctica, el dibujo, los ensayos o el balón, han sido una constante día tras día. Cuidar con mimo el cuero es el pilar fundamental para conseguir la victoria.
Vencer es el deseo y dar un buen trato al espectáculo, la finalidad. Tras lo dispuesto, los racinguistas seguirán creciendo con el paso del tiempo mientras buscan un once que se va marcando día tras día. Las probaturas y algún que otro refuerzo de última hora, harán el resto.
