Todos los comienzos son difíciles y complicados. Más aún cuando hay que lubricar un equipo en formación con nuevos métodos, nuevas consignas y nuevo entrenador de por medio. Y todo ello a pesar de haber contado con el beneplácito de plantel y técnico por parte del entorno más exigente. El tiempo, mejor que nadie, es el perfecto amigo de viaje para calibrar verdaderamente el verdadero potencial.
La llegada de Mere al banquillo trajo consigo la paz social que buscaba el inquilino de Valdelagrana. Un debate que se cerró pronto y que contentó a unos y a otros. Llegada bien distinta con la que ha tenido lidiar otros técnicos ante una predisposición bien diferente.
El aterrizaje de David Galisteo, en cambio, encontró las lógicas comparaciones tras el temporadón certificado un año antes por Paco Corbeto. Con la llegada del portuense, y a poco que haga, mejorará lo expuesto por el jerezano.
El margen es tan mínimo que superará y eclipsará el pasado más reciente. Cuando solo se han disputado cuatro jornadas ligueras, la maquinaria, al igual que un motor diesel, va entonándose con el paso del tiempo. Todo es cuestión de ir asimilando conceptos y de ir tomando el pulso a la competición.
Tras el triunfo en casa ante el San Roque, que disipó recelos iniciales, el empate, con un partido serio ante Los Barrios, ha supuesto volver a esa confianza con la que se iniciaba el curso liguero. La tranquilidad para seguir confiando.
Estados de ánimos que ha encaminado a esa moral y a ese optimismo inicial. Al igual que las opiniones cambiantes, el juego y los resultados deben encontrar esa regularidad necesaria para empezar a vislumbrar que futuro le deparará a lo largo y ancho de la Liga.
