El director brasileño Fernando Meirelles era un habitual del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. La película ‘Ciudad de Dios’ (2002) lo encumbró. Era una conmovedora historia sobre el dolor y la belleza en los suburbios de Brasil. Fernando Meirelles volvió a partir de entonces poco por Huelva. Y su cine adoptó otro perfil. A sus manos llegaron ambiciosos proyectos, con presupuestos amplios y grandes actores. Como en la película ‘El jardinero fiel’ (2005). O en la recién estrenada ‘360, Juego de destinos’. Se trata de una película coral, de amores deshechos, de búsqueda, de sentimientos, una historia que desprende el calor de la piel humana. Una película viva, que va de aquí para allá, siempre con el latido del amor/desamor palpitando por las calles y las casas de Viena, París, Londres, Rio de Janeiro, Denver y Phoenix, donde viven, encontrándose y perdiéndose, sus personajes. Porque el amor es en ‘Juego de destinos’ una metáfora de la globalización y de la crisis económica mundial. El guionista, Peter Morgan, explicó en su día que el libreto original del film surgió al tiempo de la crisis financiera que se extendía de un país a otro, acabando con bancos y gobiernos en una secuencia de dominó. Fernando Meirelles ha subrayado el concepto de globalización del guión y ha reconvertido la crisis financiera en crisis sentimental. Porque el corazón humano desconoce las causas que lo hacen bombear dolor y desencuentro.
Y todo eso pasa por la interpretación de unos actores sublimes. Anthony Hopkins se ha ubicado ya por encima del bien y del mal: es un actor sin límites. Encarna aquí a un padre atormentado pero lleno de sosiego que busca por todo el mundo a su hija desaparecida. En ‘Juego de destinos’ no se parece en nada al terrible y desenfrenado Hannibal Lecter, asesino y devorador de carne humana. Es como si fueran dos actores distintos, porque Hopkins lleva a su máximo exponente la premisa más complicada de cualquier intérprete: ser cada personaje al cien por cien, no dejar el menor resquicio al lucimiento personal. Rachel Weisz está hermosa y contenida, lejos del desbordado sentimentalismo de su interpretación en ‘Ágora’. Todos, en definitiva, trabajan a un alto nivel. Y Meirelles culmina con éxito un puzzle complicadísimo. Con un trabajo pleno de energía que demuestra que la pasión viaja de un lugar a otro a la velocidad de un avión. Y que el destino juega con nosotros. Como el amor/desamor. Como la crisis económica. n
La escritura perpetua
Destinos
Porque el amor es en ‘Juego de destinos’ una metáfora de la globalización y de la crisis económica mundial

- Luis Eduardo Siles
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