Como buena final que se precie tuvo de todo. Emoción, pasión, expulsiones, polémica, goles y lágrimas. De alegría y de derrota. La Unión Deportiva Portuense ya es de Tercera División. El fútbol sala portuense vuelve a su máxima expresión y a tener una representación en una categoría superior.
El que ha sido con diferencia el mejor conjunto durante toda la temporada, no faltó a su mejor nivel. No dio opción. Ante los suyos, ante sus incondicionales. Ésos que más de una hora antes de que arrancara el decisivo y tercer encuentro abarrotaba Jóvenes Portuenses.
La afición recogió el guante. Jugó su particular partido y se metió en su papel. Ése del que toma como su mejor arma para presionar y llevar en volandas a un equipo enchufado como nunca. No había que motivar, ni ejercer ningún plus extra. El choque ya era de por sí motivado y excitante. Había que vencer y se venció.
La UDP quiso certificar lo que había sido su pista inexpugnable. El Tejar festejó como nunca un ascenso y una victoria ante un digno rival como Isleño. El 7-1 reflejó más que un partido intenso. Quiso que la fiesta gaditana del fútbol sala tuviese todos los ingredientes necesarios y que nada faltase a la cita.
Los de José Juan Chacón dignificaron un deporte que vuelve por su fueros y que toma el camino que siempre llevó, a una disciplina de la que se vivió de manera especial en el fútbol sala en la ciudad.
La presión inicial marcó el devenir del partido. Había mucho en juego. El que ganase ascendía, el que perdiese tocaría la gloria con la punta de los dedos y quedaría de mero testigo de excepción de la fiesta. La intensidad quedó marcada desde el comienzo. Los goles de Morro -que abrió la lata-, Saúl, Pedro y el póker de Toto, llevaron el delirio del abarrotado pabellón.
