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Hablillas

El día del libro

Cinco firmas jóvenes que se unen al propósito de las veteranas: vivir y compartir literatura.

Con agrado hemos vuelto a ver la calle recorrida con filas de niños yendo o volviendo de disfrutar de las actividades organizadas con motivo de este día tan especial. Hacía tiempo que La Isla había enmudecido al respecto, porque si hubo actividades no salieron del recinto escolar. La última convocatoria pública tuvo lugar hace cuatro o cinco años, con los alumnos de una clase de instituto en el salón de actos de nuestra Biblioteca y la firmante de esta columna como única asistente, igual que cuando se abrió la plica del ganador del último certamen de novela “Luis Berenguer”, pero esto no viene al caso aunque de libros se trate.

Este año se ha querido retomar la iniciativa. Las voces infantiles nos llenaron la mañana perdiéndose a medida que se acercaban al Centro de Congresos. El repaso de las hazañas y entuertos del ingenioso y famélico hidalgo español, se ha quedado este año un poco arrinconado por los piropos al burro más noble y manso de la historia de la literatura, pues un siglo hace ya que el admirado Juan Ramón Jiménez reunió sus charlas y reflexiones en un libro de lectura obligada. Probablemente algunos de estos niños que alegres caminaban a encontrarse con los cuenteros o con los animadores de talleres de comprensión lectora, probablemente repetimos, descubran o empiecen a descubrir la magia de la lectura, como por ejemplo recorrer Moguer, navegar en el Nautilus o perderse en una selva, salvar a una tribu y desvelar un misterio sin salir de su habitación.

Es el momento de echar la vista atrás y revisar los comienzos de la literatura en La Isla, posiblemente uno de los lugares de la tierra donde viven y conviven tantos artistas. Aunque la capital ostente la exclusiva, ellos son más teatreros, más cultivadores  del arte de Talía. En La Isla, en cambio, las artes se ramifican aunque ciertos sectores se empecinen en negarlo. Músicos, actores también, bailarines, escultores, pintores y escritores se reúnen en asociaciones, estudios, escuelas, academias y tertulias para desarrollar la sensibilidad que un buen día descubrieron.

Audiciones, exposiciones, estrenos, presentaciones de libros y revistas literarias avalan el trabajo creativo de todos los que fueron, estuvieron y continúan compartiendo conocimientos, regalando tardes, momentos que hemos ido anotando en esa libretilla que se pegó a nosotros desde que la compramos, que vamos llenando de notas, que releemos casi todos los días, que nunca tiraremos porque es como un alma con cubiertas de cartón enganchadas al gusanillo del pensamiento. De ella han salido las chispas que han motivado y alimentado lecturas, que han creado, desarrollado y finalizado relatos, que han medido y versificado poemas que más tarde fueron a descansar a la primera publicación, a las hojas de las revistas literarias.

A las que ya forman parte del recuerdo y a las que se presentan puntualmente se suma otra que cumple en estos días dos meses de vida. “Relatos sin contrato” es la revista de la gente interesante, como figura en la portada, gente que se apasiona con la literatura, que vive por y para la literatura, compartiéndola con el día a día. Sus páginas están llenas de ilusión y originalidad, de curiosidad y lirismo, de trabajo y rigurosidad. Poemas, relatos breves, noticias, agenda y unas notas dedicadas a Julio Verne componen este número tres que va encontrando su lugar en La Isla gracias a las cinco firmas que figuran al pie de la página, junto a la arroba, donde parecen liarse las raíces de las que brota el trabajo. Cinco firmas jóvenes que se unen al propósito de las veteranas: vivir y compartir literatura.

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