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El luto y la solemnidad del Santo Entierro culminan un intenso Viernes Santo

El Santísimo Cristo Yacente y la Soledad de María se reencontraron con Rota en una noche fría aunque ardiente en fervor cofrade

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Una plaza de Bartolomé Pérez bañada por los últimos rayos de sol de la tarde recibía ayer, sobria pero fervorosa, la salida procesional de la Hermandad del Santo Entierro. En un intenso Viernes Santo en el que la Hermandad del Nazareno y la de la Veracruz ya habían culminado e iniciado, respectivamente, su recorrido por la localidad, el Santísimo Cristo Yacente y la Soledad de María impusieron en la noche de ayer el más riguroso luto en una estación de penitencia que quedará para el recuerdo.

Pasadas las ocho de la tarde, los primeros nazarenos del Santo Entierro comenzaban a teñir de negro doliente las inmediaciones de la iglesia de la O en un respetuoso cortejo compuesto por unos doscientos hermanos. Les precedía la imponente y, por vez primera, velada Cruz de Guía de la Hermandad y la figura del muñidor, una de las novedades de esta estación de penitencia, que hizo sonar sus campanas al inicio del cortejo.

Hermanas elegantemente ataviadas con mantilla española y una representación de hermanos de otras cofradías roteñas también quisieron acompañar a Jesús en su lecho de muerte camino al sepulcro.
Escoltado por varios agentes de la Guardia Civil, hermanos honorarios de la Hermandad del Santo Entierro, y musicalmente guiado por las notas de la capilla ‘Lux Aeterna’, el Santísimo Cristo Yacente se volvía el centro de todas las miradas mientras enfilaba magistralmente el arco ojival de la Parroquia de la O. Rota enmudecía al contemplar este magnífico conjunto escultórico atribuido a Diego Roldán que lucía con orgullo una reliquia de Santa Ángela de la Cruz estrenada durante esta estación de penitencia.

Sobre un manto de claveles rojos y portado por una cuadrilla de 27 costaleros, el Cristo Yacente iniciaba su pausado peregrinar. Su madre, la Virgen de la Soledad, en su desamparado dolor a los pies de la cruz, le seguía de cerca entre yedras, espinos, cardos y fresias blancas. Un escudo de plata corporativo regalado por la Junta de Gobierno, un ramillete de azucenas en plata y un rosario bendecido en Roma completaban el conjunto de estrenos que portaba el paso de esta hermosa Dolorosa de suaves facciones.

Una Virgen que, desde la plaza Bartolomé Pérez, comenzó a marchar grácilmente acompañada por la Banda de Música del Gastor para reencontrarse con Rota en una noche fría aunque ardiente en fervor cofrade. En torno a la una y media de la madrugada regresó la Hermandad del Santo Entierro a la iglesia de la O, culminando así una estación de penitencia que cierra un largo Viernes Santo pleno de fe y devoción. 

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