Sin Leo Messi, indispuesto a última hora, ni Luis Suárez, cuya lesión en el bíceps femoral le obliga a guardar reposo, celebró el Barcelona, con su afición, la conquista del doblete (Liga y Copa del Rey).
Fue un festejo con un tono muy familiar, pues los jugadores presentes en el Camp Nou no se separaron de sus hijos ni cuando saltaron al césped del estadio.
Empezó la fiesta puntual, a las 21.15 horas, con el homenaje al fútbol base y al primer equipo femenino del club, que recibieron la primera ovación de la noche.
Unos minutos después, los aplausos del estadio fueron para otros dos equipos azulgranas que esta temporada también han hecho doblete: el de hockey patines y el de balonmano. El último aperitivo antes de que aparecieran los auténticos protagonistas de la noche.
Se apagaron las luces a las 21.55 horas y el Camp Nou se iluminó con cañones de leds azul y grana como si fuera el escenario de un concierto de rock, mientras la afición culé -unos 40.000- entonaba el "¡Campeones, campeones!".
Un vídeo reivindicativo que incidía en la forma en la que el Barça había vuelto a ser campeón de Liga y Copa dieron paso al espectáculo pirotécnico, probablemente lo mejor de la velada.
Salieron uno a uno el cuerpo técnico y, a continuación, los futbolistas azulgranas, a medida que su nombre iba sonando por megafonía, pero no lo hicieron solos, sino que casi todos lo hicieron acompañados de sus hijos.
Además de las ya mencionadas ausencias de Messi y Luis Suárez, tampoco estuvieron en el Camp Nou, Rafinha Alcántara, que se ha incorporado a la concentración de la selección brasileña que disputará la Copa América, y Arda Turan y Thomas Vermaelen, con permiso del club para no acudir al acto, tras alegar motivos personales.
Sin Suárez ni Messi sobre el campo -aunque el del argentino fue el primer nombre que coreó la grada antes de los parlamentos- las mayores ovaciones se las llevaron el técnico, Luis Enrique Martínez, un auténtico ídolo para el barcelonismo, y los jugadores Gerard Piqué, Neymar da Silva y Andrés Iniesta.
De hecho, el capitán azulgrana también recibió esta noche su particular homenaje, porque toda la plantilla saltó al terreno de juego con una camiseta del Barça con el número 28 -lo títulos que ha ganado Iniesta con su club- y la leyenda 'Rey de Copas', pues nadie ha levantado más títulos que él en la historia de la entidad.
En el césped, a los jugadores les esperaban los cuatro trofeos que han conquistado este año, pues a la Liga y la Copa hay que añadir la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes ganados a principios de temporada.
Se dirigió Iniesta al público como capitán para subrayar que, para él, es "un orgullo" ser el capitán "de este maravilloso equipo", y después hacer una promesa a la afición: "Hemos ganado mucho, pero queremos seguir ganar mucho y volver a hacer historia. El año que viene, volveremos a esta aquí".
Luis Enrique, que vio como la hinchada culé interrumpía su discurso para corear su nombre, disculpó a los jugadores que no pudieron asistir -"les hubiera encantado estar aquí compartiendo todos los títulos con vosotros", dijo- e invitó a los presentes a celebrarlo por todo lo alto. "Ha sido una temporada muy dura, vamos a pegarnos una buena fiesta", insistió.
Pero el menos políticamente correcto, como siempre, fue Piqué. "A veces se quejan de que siempre jugamos contra diez. Ayer fuimos nosotros los que jugamos con diez y, ¿qué pasó? Que volvimos a ganar", sentenció para desatar la locura en la grada.
También cogieron el micrófono Dani Alves, Javier Mascherano y Neymar da Silva, que tranquilizó a la afición al decir que no tiene intención de cambiar de aires: "Estoy muy feliz en este club y soy del Barça".
Tras los parlamentos, plantilla y cuerpo técnico dieron la vuelta de honor, en mitad de una nube de confeti, una liturgia reservada únicamente a los campeones, pero que estos jugadores ya han convertido en rutina.
Luego llegarían más fuegos artificiales y las fotos con los trofeos de rigor para despedir un acto que acabó como suelen acabar las fiestas con niños: con los más pequeños corriendo descontrolados de aquí para allá, mientras los padres se van turnando para echarles un ojo.