Suceden paradojas en citas como Fitur, que ayer fue inaugurada un año más como referente del negocio turístico de un país cuyos sectores productivos, como pasara hace décadas, han vuelto al negocio del viajero (del que siempre hemos sido uno de los referentes), como tabla de salvación de una economía vilipendiada por Europa y por el enjuto, casi famélico, gasto público de las administraciones. Fitur y otras citas similares, propicia encuentros a cientos de kilómetros que resarzan los desencuentros locales y relaciones en vías de enfriamiento, en unos casos, o heladas, como los tiempos, en otros. A veces es bueno que todos los equipos jueguen en terreno visitante, alejados del factor campo y de los cuidadores del buen estado del césped. Sucede en Fitur, o en ferias del estilo, que la distancia, lejos de procurar el olvido, acerca a las personas y, sobre todo, entrelaza objetivos similares, lugares comunes para el desarrollo. O sucede en citas donde lo pequeño y lo grande se confunde, en espacios como Fitur, que el aparente objetivo no es más que la excusa perfecta para que el verdadero mensaje llegue al receptor. Todo ello sucede en Fitur, donde además, si queda un hueco, un ratito, se vende y se compra, como no podía ser de otra manera.
Jaén
Fitur versus encuentros
A veces es bueno que todos los equipos jueguen en terreno visitante, alejados del factor campo y de los cuidadores del césped
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