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Hablillas

Miércoles de ceniza

Para ellos, para todos, la Cuaresma empieza en medio de la alegría y el color del carnaval que enfila su ocaso.

Comenzó la Cuaresma. Por algunos comercios de La Isla aparecen carteles que cuentan hacia atrás, acrecentando el ansia de los cofrades y de quienes no los son, números enormes que nos acercan a la Semana Santa. Desde el miércoles se van llenando los casilleros de los periódicos digitales con los comentarios avinagrados firmados por los de siempre, autores anónimos que a buen seguro son los que jalean antes que nadie lo del pasito corto y a las bandas.

Llegó la Cuaresma y con ella la imposición de la ceniza. Cómo aparecen las imágenes, el recuerdo de un día escolar tan especial porque se acortaba la clase anterior a la hora del recreo, con las niñas en fila dirigiéndonos a la capilla. La penumbra y el silencio se alteraban con las llamas temblonas de las velas y nuestros pasos pequeños y rápidos amortiguados por las suelas de goma.

No había murmullo, sólo el ruido de un tropezón sobre el reclinatorio, indicador de la posición erguida normal en actitud de espera para el comienzo de la misa. Solía ser más corta de lo habitual, sin homilía, que se suprimía por la imposición de la ceniza. Luego la ceremonia seguía su curso hasta el final, con la cruz sobre la frente que el recreo se encargaba de borrar, sin embargo el olor a quemado mezclado con el del jabón que nos había lavado por la mañana permanece vivo e imborrable.

Este pasado miércoles los escolares también participaron de este rito al que nos unimos tres o cuatro personas al coincidir en el cancel de una de nuestras iglesias. Al entrar y a juzgar por el ajetreo y el movimiento de los alumnos, creímos que la misa no había empezado, pero a medida que los chicos se fueron sentando aparecieron los sacerdotes que, patena en mano, subían los escalones del altar dispuestos a continuar con el ceremonial.

La imposición de la ceniza había terminado. Y qué distinta a la que vivimos quienes nos encontrábamos al final de la iglesia, que no pudimos unirnos a la comitiva penitente porque no pensamos que se tratara de ella, dicho anteriormente. Sin acritud, porque los tiempos son otros y porque no somos jueces ni jurados, si se quieren mantener los ritos y las tradiciones se deben explicar sus orígenes y su significado para aprender a respetarlos.

Seguro es que muchos de los escolares que se encontraban en la iglesia el pasado miércoles no eran conscientes de lo que se rememora cada año cuarenta días antes del Domingo de Ramos. Quizás para ellos sólo signifique el tiempo que queda para las vacaciones, que también, agotados como están por los exámenes. La pregunta es si les quedará recuerdo de este día, si será como uno tan especial como la clase que no se dio, si la ceniza de la frente se desprendió del todo antes de llegar a casa, si han apreciado su olor.

Para ellos, para todos, la Cuaresma empieza en medio de la alegría y el color del carnaval que enfila su ocaso, entre el atropello del viento y el brillo del sol que se entristece por la aparición repentina de los chaparrones. La Cuaresma sigue su camino deslizándose por los días que huelen a incienso mientras la cacerola y la sartén se baten en duelo por el arroz con leche o las torrijas. Y termina entre los pasos que desfilan lentos por la madrugada saturada de azahar y jaculatorias. El recuerdo de siempre entre tambores.

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