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Jueves 25/04/2024  

Lo que queda del día

Una del oeste: 'El Dorado'

  • John Wayne y Robert Mitchum, dispuestos a hacer valer la ley frente al ambicioso terrateniente del lugar
Cuando uno tenía la oportunidad de ir al cine a ver una película con John Wayne y Robert Mitchum, como ocurre en este caso, parecía realizar un largo viaje en el tiempo hacia una época en la que se hacían películas de las que ya no se hacen. En realidad, tampoco habían transcurrido tantos años desde su estreno, apenas quince, pero las estrellas y la forma en la que estaban rodadas pertenecían ya a un periodo extinguido a lo largo de la década de los setenta. Han pasado ya, por ejemplo, treinta años desde que se rodó Alien, ¿por qué, entonces, la tenemos aún como una película contemporánea y títulos como El Dorado o Los cañones de Navarone, formaban parte, en 1981, del catálogo "clásico" de Hollywood de los cines de verano? Sin duda, es una cuestión ligada a la vigencia de sus directores, pero también al hecho de hacer buenas películas con buenas historias, sin necesidad de sofisticación y artificios, que son los que han marcado la pauta en el cine surgido a finales de los setenta -a partir de La guerra de las galaxias- y que ha extendido y ampliado su vigencia hasta nuestros días.


El Dorado se estrenó en 1966 y fue la penúltima película de Howard Hawks, uno de los pocos directores que pueden presumir de haber realizado una o más obras maestras en cada uno de los grandes géneros cinematográficos: La fiera de mi niña (comedia), Río Rojo y Río Bravo (western), Sargento York (bélica), Sólo los ángeles tienen alas (drama), Tierra de faraones (épica), El sueño eterno (cine negro), Scarface (de gangsters), Los caballeros las prefieren rubias (musical), Hatari! (aventuras)... Su afán por las buenas historias era tal que, ante la ausencia de otras nuevas, volvió a inspirarse o a copiar los argumentos de otras de sus películas para afrontar nuevos proyectos, caso de Su juego favorito, una contemporización de La fiera de mi niña. Pero fue en el caso del western en el que esta tendencia se hizo más evidente a partir de su famosa trilogía: Río Bravo, El Dorado y Río Lobo, que, prácticamente, son la misma película con leves variaciones argumentales e interpretativas, a excepción de John Wayne, que protagoniza las tres. La primera es la mejor de la trilogía, pero más allá de las coincidencias temáticas, el valor de la trilogía reside en la forma en que Hawks se sirve del género para ahondar en el retrato psicológico de los personajes, una tendencia muy presente a partir de la década de los cincuenta y que él supo convertir en sello de distinción. La épica del western aparece recogida en cada una de ellas, pero en comparación con otros títulos del género, apenas hay acción y los escenarios interiores, en los que los personajes se interrelacionan, son los que cobran protagonismo.

En El Dorado, John Wayne es un pistolero contratado por un terrateniente para que proteja sus intereses de los de otra familia. Sin embargo, cuando llega a la ciudad descubre que ha sido engañado y que quien está sometiendo a quien es el que lo ha contratado, por lo que se une al sheriff, un viejo conocido suyo (Robert Mitchum) entregado a la bebida, para poner paz. Le acompaña en la tarea un joven, Mississippi (James Caan), diestro con el cuchillo pero no con las armas de fuego, y el ayudante del sheriff (Arthur Hunnicutt, un conocido secundario del género). Entre medias, el amor por una misma mujer (Charlene Holt). Quiten a Mitchum, Caan, Hot y Hunnicutt y pongan a Dean Martin, Ricky Nelson, Angie Dickinson y Walter Brennan y tendrán Río Bravo, aunque con el acierto de incorporar nuevas secuencias memorables que fueron las que contribuyeron a la popularidad de la película: como la presentación de Mississippi, respondiendo a las trampas en una mesa de juego con su cuchillo; el asalto a la vieja iglesia; o la recortada que Wayne regala a su discípulo para que no falle cuando tenga que disparar.

A El Dorado, además de su exagerado parecido con Río Bravo, se le ha criticado siempre que la mayor parte de la acción transcurra de noche. Lo cierto es que al verla ahora en televisión se hace molesto, aunque eso tampoco importaba mucho cuando se trataba de poder ver en pantalla grande al eterno vaquero gigantón John Wayne.

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