En exclusiva

En este mundo globalizado y mediático en el que nos ha tocado vivir, todos nos llegamos a creer en el algún momento que somos únicos y exclusivos, pero en cuanto nos paramos a reflexionar, vemos que aunque cada minuto sea nuestro e irrepetible, somos menos originales de lo que parece.

Hay ocasiones en las que parecemos clones y repetidos, que nuestras líneas directas las comparten millones de seres humanos a través de sus móviles, y que nuestro pack de supervivencia es el mismo en Brasil que en Tailandia, en Groenlandia que en la Patagonia, en el Norte que en el Sur, en el Este que en el Oeste.
Algunos pájaros como a los personajes corruptos, no se electrocutan aunque se posen en los cables eléctricos, tal vez porque la diferencia de potencial entre sus patas es despreciable, y a los choriceros por muchas evidencias que tengamos hemos de cogerlos con las manos en la masa para mandarlos a la cárcel, que es donde tienen que estar.

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Cuando cada mañana abrimos nuestros ojos y oídos a las ventanas de la información, resulta increíble que haya gente que se juegue el pellejo por el mero hecho de acudir al trabajo, que quienes ayer mandaban por encima de todas las cosas, ahora no ostentan ningún poder, y que el yo se imponga al nosotros.
Cada cual se busca la vida como sabe y puede, y donde menos se espera salta la liebre, pero a fuerza de dificultades y palos aprendemos a sobrevivir, y con nuestra vitalidad nos enfrentamos con más entusiasmo que ideas a los más graves problemas.

Afrontamos las situaciones e intentamos buscar la solución más práctica y deseable, sin andarnos por las ramas, sin desgastar innecesariamente todos nuestros recursos, y procurando hacer festivo el día más gris, poniendo en ello el afán de nuestras ilusiones y desterrando a esos desertores de lo positivo.
Zapear en busca del programa de televisión que menos nos desagrade, puede constituir un difícil ejercicio que nos evidencie la música del ocaso que diera toda la impresión que es un anuncio de nuestra decadencia, entre personajes que no dicen nada y aquellos que no tienen nada que decir.

Ante nosotros se nos presenta entre la crónica rosa y la negra, una especie de ser hastiado, en la que lo que impera el culto a los apetitos , el quedarnos en la mera sensación de las cosas y situaciones, los gustos por lo superfluo y lo insustancial, la adoración al lujo y los placeres, y una especie de neurosis o histeria por saber que es lo que va a decir el amigo del primo del famosillo o famosilla de turno, que ha encontrado la fórmula de vivir sin pegar la hebra.

Lo que debe preocuparnos es que todo este mundo de falsos y fatuos, provoque hipnosis entre parte de la audiencia entre el lenguaje hortera y la charlatanería barriobajera, pregonando chismorreos con carácter de exclusiva, con el único objetivo de que quienes estamos al otro lado de la pantalla consumamos los cuentos más impresentables y estemos alejados de cualquier proceso reflexivo.

Escandalosas declaraciones negociadas y culebrones intragables, son síntomas de un egoísmo estéril, de un narcisismo insufrible, de la dejación de los más mínimos valores éticos y de la avidez por la grosería y el cuanto más decadente mejor.

La gran exclusiva sería poder anunciar a los cuatro vientos, que estos espectáculos se han terminado, porque no hay quienes los vean ni quienes los oigan, porque nunca se sabe que es mejor, que Esperanza Aguirre te cante cumpleaños feliz como a Rubalcaba o que pretenda insultarte como a Zapatero, aunque después pida disculpas, diciéndote “sindicalista,retrogrado y piquetero”.
Tampoco tenemos muy claro que el señor Bárcenas, ahora que se ve entre la espada y la pared por su comparecencia ante el Supremo y ante la petición del suplicatorio, dimita por lealtad al PP y a Rajoy como tesorero del partido, pero no lo haga como senador, y mientras el señor Arenas, defensor de causas imposibles, no sólo no se atreva a poner la mano en el fuego por él, sino mire para otro lado ante su presencia.
Cosas y casos de la actualidad vulgar, aburrida y chabacana.