Un buen amigo mío, lleva ya algún tiempo, preparando una tesis sobre la chapuza en el ámbito de las estructuras biodinámicas y sus inconvenientes recurrentes y amargos para el resto de la humanidad. ¡Qué ! ¿cómo se les queda el cuerpo? Me lo imagino, más tieso que una mojama.
Pues no crean que mi colega está cruzado de brazos, y se pasa la vida enganchado mentalmente a estas naderías, es una persona muy ocupada y preocupada por lo que sucede en su entorno, y producto de sus observaciones y vivencias, ha ido descubriendo y constatando, como gran parte de los mortales, lo nocivo que el chapucero resulta para la comunidad.
En esta reflexión sabatina, yo no he querido seguir los pasos de mi compañero, ni transcribir algunos pensamientos comunes, producto de las conversaciones que hemos tenido sobre uno de los males de nuestra sociedad que tanto mal procura y tanta injusticia siembra, y he preferido relatarles con la brevedad que exige esta columna algunos de los rasgos de Floripondio Chapuza.
Más conocido por el Chapu o entre los círculos más íntimos por El Flori, desde su nacimiento tenía vocación de marrullero y hacer las cosas de cualquier manera era casi una vocación. Incluso si podía la de escaquearse, y engañar al prójimo sobre lo ocupado que estaba, o lo difícil que resultaba realizar en condiciones, cualquier misión que se le encomendaba por muy sencilla que pareciera en principio.
Había traspasado en su particular calendario, la cincuentena y su currículum era todo un poema, ya que además de no pegar un palo al agua durante su existencia, no había logrado terminar nada de lo empezado, entre la euforia y la depresión, entre una atmósfera de mentiras y decepciones, el rastro que había dejado en todo lo que tocaba y en todo lo que hacia le habían convertido en el señor de los desastres y el barón de los estropicios, pobres títulos derivados de su falta de esmero y habilidad en sus actividades.
Convencido que debía sacarle partido a su inutilidad, se le brindó la oportunidad de dedicarse a la política, y cual no sería su sorpresa que al ventilar sus vergüenzas en público, pudo comprobar que había otros tantos o más doctores de la chapuza que el mismo, sin ideas, sin oficio ni actividad reconocida, sin obras que realizar y con muchos entuertos que desfacer.
A pesar de los pesares, el rostro de Don Floripondio, que es como le llamaban ahora, era tan duro como el cemento, y no le dolían prendas en la autocomplacencia, y hacer gala de su falta de voluntad para doblar el espinazo, provocando en la concurrencia currante en algunos casos escepticismo, en otros resignación y en la mayoría, despreció e indignación.
Demostraba una especial tozudez en hacer las cosas mal, en lugar de ser exigente y añadir a toda nuestra realidad un plus de calidad, en la que todos y todas podamos sentirnos orgullosos de que mejorar es posible, y que por tanto podemos transformar si nos empeñamos la debilidad en fortaleza y no a la inversa, como parece ser la obsesión del chapuza.
Entre estrategias de que “cuanto menos golpe pegue, menos me criticaran”, y “si algo sale mal el culpable es el otro”, ya que yo seguro que no lo he hecho, pasan los años y resisten a levantes y ponientes, y contra viento y marea van cumpliendo trienios, y cuando te das cuenta, aunque sean la más viva muestra de la inteligencia fracasada, que forman parte del paisaje y hacen ver a los demás, que será mejor dejar las cosas como están, que para que cocinar sueños de cambio, así que a seguir comulgando con ruedas de molino.
Una cosa si, debemos tener clara y es que nuestro personaje es alguien con el que no podemos ni debemos contar, ya que si esperamos que resuelva algunos de las situaciones que le salgan al paso, pondrá en marcha sus dotes mágicas para que sean problemas y conflictos de difícil solución.
Pero no desesperen, que más temprano que tarde, aunque a veces no nos parezca y nos enfademos, cada cual y cada quien acaba recogiendo lo que siembra, y el que planta chapuzas termina quedándose sólo, porque no se le puede dar el pego a todo el mundo en todo momento, por muy calamidad que se sea, y eso fue lo que le ocurrió al Flori, que se quedó sin semillas y sin jardín.
Curioso Empedernido
Floripondio chapuza

- Juan Antonio Palacios
- Curioso Empedernido
Publicado: 07/08/2009 ·
20:41
Actualizado: 07/08/2009 · 20:41