El título de este artículo coincide con el de una película de 1969 dirigida por Sydney Pollack con un reparto encabezado por Jane Fonda. Está ambientada en la época de la Gran Depresión (1929), cuando en Estados Unidos se convivía junto a una enorme miseria. Se crea un maratón de baile donde mucha gente, desesperada, se inscribe con la esperanza de ganar para poder conseguir, al menos, techo y comida. Los concursantes son obligados a forzar sus límites físicos y psíquicos. Este horrible concurso es seguido, sin embargo, por una multitud que asiste, impasible, a dicho sufrimiento.
A pesar de que, para alguna gente, podría pecar de tremendista, me permito la licencia de comparar el argumento de esa película con la situación que vivimos en la actualidad. La diferencia es que, ahora, los que bailan, tristemente, son los que contemplan con parsimonia, las miserias (en forma de enfermedad) de los demás. Las imágenes de una pandilla de irresponsables (siendo muy benévolo con la definición) bebiendo y bailando en una sala de espectáculos de Madrid, sin mascarillas ni distancia de seguridad, demuestran, cuanto menos, una flagrante falta de respeto a los que ya no están, a los que están viviendo con miedo y a los sanitarios que luchan denodadamente porque no falte nadie más.
El sentimiento pasa de la incredulidad a la indignación cuando, al día siguiente, las noticias informan de largas colas a las puertas de la misma sala, de ¿personas? en espera de continuar tan ignominioso bailoteo.
Detesto generalizar y tampoco lo haré en esta ocasión. Quiero seguir pensando que la mayoría de las nuevas generaciones tiene como principal objetivo formarse social y académicamente en pos de su posterior desarrollo laboral y personal. Pero siempre existirán los garbanzos negros, como estos cuya máxima aspiración consiste en parecerse a sus ídolos, que han cambiado el calificativo de parásitos para hacerse llamar youtubers, influencers y demás chusma moderna. Son los que se enriquecen captando borregos para luego pagar impuestos fuera de España.
En plena cresta de una tercera ola tan virulenta o más que las anteriores, tales festejos solo me hacen pensar que, mientras que la mayoría de nosotros espera la vacuna que comience a aliviar esta maldita pandemia, hay otro tipo de gente que necesita, sobre todo, un buen pinchazo que les aporte grandes dosis de ética y respeto, algo de lo que carecen totalmente.