Confieso que cada vez que voy a La Serrana es para deleitarme con la experiencia única que es comer en El Maty. Tan a tiro hecho voy siempre que no había reparado hasta ahora en un bar de barrio, de los que ya van quedando menos.

Está justo en la esquina opuesta a El Maty, en el mismo local que ocupara durante años ese santuario gastronómico que perdimos, la Bodega La Andana de mi admiradísimo Manuel Valencia.

Desde hace más de quince años, el Bar Moscatel ofrece otro tipo de carta diametralmente opuesta. Ahí no priman el talento ni la innovación. Lo suyo es un surtido de tapas, raciones y platos variados, ricos y muy clásicos. Aparentemente todo está inventado, pero esa filosofía es últimamente un valor en sí misma.

Me habló de sus aliños y de sus albóndigas uno de los mejores comerciales de licores que ha habido en la zona, pero ya digo que por esa zona sólo el Maty reclamaba toda la atención.

Cuando acudo un viernes al mediodía está todo completo. El agradable velador exterior y las mesitas de dentro. Por suerte, en la barra hay hueco justo para dos y no lo pensamos. En el expositor que tenemos delante hay rebozados con buena presencia listos para ser sumergidos en la freidora, aliños recién preparados por el aspecto de la cebolla cortada, blanca, brillante y firme, y ensaladilla.

Tengo fijación por probar las albóndigas, tan injustamente olvidadas. Por 4,50 nos ponen por delante una fuente con cuatro albondigones como pomos puerta bien bañados en una salsa oscurita y espesa, pero sin tropezones y todo triturado.

Espléndidas. En textura, sabor y jugosidad. Con buena carne y en proporción el resto de verduritas pochadas.

Por poner un pero, Las patatas fritas a cuadrados, excesivamente secas y que desentonan. Pero como albóndigas, para hacerles un monumento.

 

BAR MOSCATEL. C. del Moscatel, 4, 11404 Jerez de la Frontera, Cádiz