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Alcalá la Real

Cientos de alcalaínos acompañan al Cristo de la Salud en el Vía Crucis

La noche prácticamente estival ha favorecido que sean muchas las personas que no hayan querido perderse la tradicional procesión de la noche del Miércoles Santo alcalaíno

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  • Vía Crucis. -

A la “hora azul”, ese momento ya sin luz del día pero aún no completamente internado en la completa oscuridad de la noche, mágico instante tan ensoñado por pintores y poetas, por las empedradas calles de San Juan arrancaba un Vía Crucis en el que, más incluso que en años anteriores, cientos de alcalaínos, amparados bajo el suave tránsito de la luna y la noche casi estival, han participado, haciendo suya una de esas viejas tradiciones que tan singularmente dan personalidad y genuino carácter a la Semana Santa de Alcalá la Real.

Precedido de las antorchas que bañan las miradas queriendo retener el breve instante de su paso, el Cristo de la Salud avanza, casi como un barco que se mece lento sobre el oleaje de aquellos que lo portan, devotos partícipes de su ascensión por los apenas iluminados arrabales. Se oye tan sólo el relato de las estaciones, que se suceden dejando atrás la ermita de San Rafael, la antigua Cruz del Cristo de la Piedra, la Puerta de Santiago. Nocturna hermandad que parece compartir la sutil emoción de volver a dar vida a algo arcano e inmortal.

La procesión de lánguidas luminarias corona el viejo cerro, desfila por las caballerizas de los abades, y atraviesa las puertas de la Alcazaba para franquear el pórtico de la iglesia de Santa María la Mayor, y el claustro de la iglesia, para luego regresar por la Puerta de la Imagen de Nuestra Señora y la de las Lanzas, bordeando al fin el antiguo convento de las Trinitarias y la calle Romancero hasta recogerse, volviendo a su quietud, en la encalada y recoleta iglesia de San Juan.


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