En ocasiones estamos en modo crítico y analizamos con rigor lo que vemos y lo que nos quieren vender, y otras nos dejamos llevar por la corriente de la moda, de lo banal y dejamos que la banca siempre gane, impidiéndonos asesorar y ayudar por quienes saben y haciendo real aquel proverbio que dice “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga
”.
Vivimos en una sociedad en la que gran parte de nuestro ser y estar están expuestos, como si estuviéramos en un escaparate y bajo los focos., que nos hace movernos como observadores y observados, como sujetos y objetos, como lo que somos y lo que nos gustaría ser.
Nos sentimos preocupados por nuestra imagen y hacemos todo lo posible, por dentro y por fuera, por aparecer como atractivos y preponderantes con relación a los demás, y proyectamos aspectos de nuestra personalidad que reflejan aspectos que no se ven a simple vista.
Hay quienes entre tantos focos y escenarios, entre su mundo interno y sus respuestas, falsean quienes son y enmascaran a la persona y al personaje, en el que muchas veces se distorsionan las decisiones, y provocan desconfianzas e intranquilidades.
Por muy claros que aparezcamos como figurines del balcón y el escaparate de la realidad, nos pasamos gran parte de nuestro tiempo asomados al abismo de lo inesperado, entre lo predecible y el desorden, la calma y la agitación, el diálogo y la confrontación, intentando demostrarnos a nosotros mismos lo mucho que valemos, a través de las historias que vivimos o nos inventamos.
Hemos convertido este mundo en un escenario, un espectáculo en el que podemos decidir como empezar el día, pero será mucho más complicado poner el punto y aparte de como lo acabaremos. Con los años aprendemos nuestros textos y papeles, pero también la vida nos enseña que hay palabras que tienen más poder si no son pronunciadas.
Nuestras necesidades, esfuerzos, relaciones, sentimientos o visión del mundo, no solo dependerá de nosotros, sino de la idea que los demás se hayan fabricado sobre quién y como somos., y nos moveremos pisando el suelo o volando con nuestra imaginación, viviendo una historia real o soñando con ser el protagonista de un cuento.
Vamos recorriendo el argumento de nuestros relatos entre conflictos, tendencias, actitudes, sentimientos, angustias, carencias y preocupaciones. Hoy en día las redes sociales encumbran y entierran a todo el que cogen por delante, inventando bulos, difundiendo fake news.
Dominados por lo mediático, hemos de pensar que sin libertad de expresión no hay democracia, pero sin contrastar con seriedad y rigor cualquier noticia referida a cualquier persona, tampoco producen el oxígeno necesario para fortalecer los derechos ciudadanos.
Entre lo insólito, lo mágico y lo esotérico, tenemos que lograr más claridad, cercanía y escucha activa. Cuando los astros están de nuestra parte, debemos valorar y estimularnos con los éxitos obtenidos y no relamernos en las heridas de los fracasos.
Somos esclavos de los algoritmos, y angustiados por las expectativas del “a ver qué pasa”, en lugar de trabajar para que pase. Tal vez en los últimos tiempos estemos muy enganchados a conexiones virtuales y muy distanciados de la calle y de la realidad, muy pendientes de los focos y los escaparates y crear nuevos circuitos gracias a la inteligencia artificial, o de olvidar mirarnos a los ojos y no necesitar comunicarnos a través de las pantallas.