A las peñas hay que ir para vivir el flamenco más natural y cotidiano, el más valorado por el que escribe estas líneas. Como
fenómeno sociocultural, a nadie escapa que la verdadera importancia del conocimiento de este arte es el vivencial, sin dejar atrás nunca el ámbito teórico para llegar a entender y profundizar en aspectos más concretos musical, antropológica o históricamente hablando. Pero bueno, que lo que aquí parte el bacalao, en el mayor número de ocasiones, es el
pellizquito que te tiran quienes cantan o bailan en una fiesta improvisada, esto es, volver al origen.
Los actos que se organizan por estas entidades sin ánimo de lucro
están pensados para el escenario y ahí se puede prever qué va a ocurrir, dependiendo también del grado de anarquismo interpretativo que posea el artista. Si escuchamos a Argentina, seguramente podamos sorprendernos menos, entiéndase el término a lo que viene siendo lo inesperado, que si lo hacía El Torta, con esa bendita locura que en cualquier momento llegaba al éxtasis. O lo contrario. Una vez que concluye el recital previsto, en muchas de estos rincones de pureza, se forman unas juergas, normalmente cercanas a la zona del ambigú, en las que participan los aficionados que allí se encuentran, sumándose, a la vez, artistas que también han acudido a la cita como "oyente".
El pasado sábado, 18 de febrero, en la
Peña Los Cernícalos se vivió un momento de esos que no se olvidan aunque pasen los años. Y no es porque surgiera el duende deseado por todos como un efecto fulminante, pero
la estampa bien valía un artículo para que los que lo lean entiendan cómo se vive el flamenco en Jerez.
Pepe El Zorri había recibido la Insignia de Oro de manos del actual presidente, Jesús Atienza, una vez que había dado un repaso a su vida tanto personal y artística con la compañía de la maestra de baile
Ana María López y David Lagos. El público llenaba la sala, aunque en esta ocasión la escena se situó debajo del escenario como muestra de cercanía. Un cuarto de cabales, como se tituló.
Fue un acto muy simpático y emotivo, porque a Pepe le quedan pocos años para cumplir los 90. Por cierto, como a Antoñín (fundador y Socio de Honor), que le quedan meses para cumplirlos y allí estaba sentado en la primera fila junto a su mujer, Ángeles. Acabó el asunto con sonrisas y palmas, y con el baile de El Zorri por bulerías, así como el de
Saray García, nieta del homenajeado que no se perdió la cita.
Luego pasamos a la habitación donde está la barra para tomar un vino de Jerez o lo que se terciara, y sonaron las primeras palmas por bulerías. Eran las seis y media de la tarde. Ana María López, que sigue impartiendo sus clases en una de las salas de esa peña del barrio de San Miguel, se animó a cantar por bulerías aunque reconoció que "delante tuya me da vergüenza, Garrido". “¡Pero qué vergüenza, si estamos juntitos de fiesta!”, le dije. David Lagos, Manuel El Borrico y otros tantos participaban con sus palmas y jaleos, hasta que salió a bailar la maestra
Angelita Gómez.
Para algunos, los menos entendidos, que también tienen derecho a formar parte de esta historia, la escena podría ser la de dos mujeres en una juerga flamenca. Para los que amamos este arte sin condiciones y hemos nacido en el vientre del flamenco, era algo más. Dos de las maestras más fecundas del baile de Jerez, de cuyas academias han salido las primeras figuras de esta disciplina, se unían en un minuto impagable. Ana María le cantaba por bulerías a Angelita y la historia las unía en un solo corazón.