La crisis económica se dejó notar en las ventas, según muchos de los comerciantes
Un espacio público como la Alameda Vieja, habitualmente tranquilo, que invita a pasear, reflexionar y leer, se convirtió en la mañana de ayer en foco neurálgico de la ciudad en un clásico domingo de otoño. Como si se tratase del conocido Rastro madrileño o del histórico Mercadillo del Jueves, el más antiguo de Sevilla, el tradicional Rastrillo de Jerez llenó de público la alameda en un espléndido día en el que el sol se dejó notar y el viento no llegó a ser desagradable.
La entrada en vigor del horario de invierno también ayudó, ya que los más pequeños de las casas se levantaron una hora antes de lo habitual en un día festivo, con lo que familias al completo optaron por darse una vuelta por el mercado de antigüedades y artículos de segunda mano, muchas de ellas degustando unos churros recién hechos.
El Rastrillo ayudó a animar el centro de la ciudad y la afluencia de público durante toda la mañana, más acentuada sobre mediodía, logró que quioscos y bares despacharan la mitad del domingo con cajas más que regulares.
Pero a pesar de la masiva afluencia de público durante toda la mañana, la mayoría de los comerciantes que instalaron sus tenderetes, todos sin toldos, en la Alameda Vieja, unos profesionales y otros aficionados que aprovecharon la ocasión, comentaban que las ventas no respondían a tanto público.
La palabra crisis también sobrevoló junto a las murallas del Alcázar de Jerez y prueba de ello fue que entre los artículos más demandados estuvieron las ropas de segunda mano.
Otros objetos muy curioseados y comprados fueron los discos de larga duración (LP) de vinilo, entre los que había alguna que otra joya, sobre todo de flamenco; las herramientas de todo tipo y época, algunas con poca aplicación para los tiempos que corren; películas en DVD; libros, revistas y novelas rosas, y, por supuesto, monedas y sellos, entre los que se ofertaron alguna que otra colección de nivel medio. Los teléfonos móviles, no precisamente de última generación, tampoco faltaron al igual que las muñecas y juguetes para todas las edades. Las antigüedades más apreciadas fueron los bronces, tanto en esculturas como en objetos decorativos; los teléfonos analógicos, alguno similar a los de principios del siglo XX; los aparatos de radio, en funcionamiento o no, y los muebles, entre los que se expusieron hasta de maderas seminobles.
Elementos decorativos de todo tipo y gusto, soldaditos de plomo en actitudes más o menos bélicas, sorprendentes cascos de guerra, colecciones de minerales, flores y plantas del tiempo, y zapatos y bolsos completaron el grueso de los artículos ofertados en el Rastrillo.
Y entre las curiosidades, una guitarra eléctrica sin cuerdas y en perfecto funcionamiento, según el vendedor; cuadros de bicicletas algo despintados; prensa marxista leninista, con hoz y martillo incluidos, y botellas en miniatura de grandes marcas jerezanas de vino.