Se nos pasa aun estando atentos, porque, en realidad, a quienes nos gusta leer hasta autodefinirnos como adictos, no pasamos la jornada sin abrir un libro o pasar sus páginas virtualmente. Es cierto que quien recuerda el día lo dedica al título deun autor concreto o rescata unos capítulos de algún clásico. Otras veces es la casualidad tornada en suerte quien facilita esos momentos de silencio, particulares y casi íntimos, en una librería, desparramados por las portadas de los libros. En los estantes los lomos se alinean obligando a ladear la cabeza para identificarlos.En cambio, los de la mesa expositora se muestran en todo su esplendor, una explosión de palabras, imágenes y colores con posibilidad de caricia, futuro viaje en el útero de una bolsa de papel y nueva residencia en una mesa de noche.
El día del lector, el jueves pasado empezó con lectura y terminó con ella, pero hubo un detalle que lo hizo especial, un momento de casi un par de minutos de ese silencio hechizante y sereno que encontramos en los libros. La tarde oscurecía el cielo roseándolo. Fue como si hubiera regalado su luz clara a la librería donde los ejemplares miraban a los clientes desde el fondo. Delante, en la mesa, trabados con orden y concierto, otros títulos hacían guiños incitándonos a acortar la distancia. Al llegar, los encargos y el cansancioquedaron fuera de los escaparates, sin embargo permanecía el olor a papel impreso, a periódico plegado. Esta envoltura invisible alcanzó también al silencio, al momento que se volvió especial al ver los ejemplares de Carmen Orcero y María Elena Martínez, uno al lado del otro, trabajos donde encontramos madurez y estilo pulido en dos géneros tan distintos, pero en constante evolución por tantas horas de lectura. Entonces se impuso un análisis breve de la nuestra, de la forma en que analizamos a partir del subrayado, de las notas al margen o a pie de página, del resumen casi telegráfico de un capítulo. Luego aparecieron las preguntas, desde cuándo utilizamos el lápiz, la goma o el bloc chico que va de los bolsillos al bolso y del bolso a la mesilla, cuántos autores o títulos tendremos en la cabeza o cómo somos capaces de recordarpersonajes, escenas o frases después de tantos años. Estos pensamientos nos acompañaron durante la vuelta a casa y allí reposaron sobre la portada del libro comenzado por la mañana.
Si algo enorgullecióa Jorge Luis Borges, cuyo nacimiento se conmemora en este día, fue las páginas que había leído. A nosotros nos enorgullece coincidir con su afirmación, mientras agradecemos poder seguir leyendo.