La alternancia política que vivió Andalucía en diciembre de 2018 no terminó de consolidar la democracia y el proceso autonómico en nuestra comunidad, como aventuraban machaconamente en sus argumentarios electorales las fuerzas conservadoras para intentar convencer a los andaluces de la necesidad de acabar con 37 años de gobiernos socialistas. Más bien el cambio de gobierno demostró la libertad del pueblo andaluz en sus citas con las urnas y que el voto cautivo era una invención de quien no lograba gobernar. Con todo, lo más trascedente de la llegada del PP al Palacio San Telmo fue precisamente el cambio en las inercias, en algunas decisiones y en las personas.
La presidencia de Juan Manuel Moreno después de 5 presidentes socialistas (Escuredo, Borbolla, Chaves, Griñán y Díaz) ha sido, sin duda, uno de los más relevantes episodios políticos de nuestra joven historia autonómica. Una carambola permitió a los populares, gracias a un pacto con CS y el apoyo externo de Vox, gobernar una tierra que le parecía vetada por ser un santuario socialista por los siglos de los siglos.
No fue tanto mérito del PP –Moreno fue presidente con el peor resultado electoral de su partido cuando Javier Arenas años atrás ganó las elecciones y no pudo gobernar con casi el doble de diputados-, sino demérito de un PSOE achicharrado por el escándalo de los EREs, señalado por el deterioro de la sanidad y cuestionado por las distracciones de su entonces líder Susana Díaz, más entretenida en sus frustradas aspiraciones nacionales que en gestionar su tierra.
Sin embargo, pasada la anterior legislatura, la histórica mayoría absoluta del PP en las elecciones autonómicas y las siguientes victorias en las municipales y las recientes generales nos sitúan ante otra pregunta de mayor profundidad. En 2018 comenzó el cambio político, pero ¿ese cambio ha mutado a uno de mayor rango? Desde hace 5 años gobiernan los populares, el último año en solitario, pero las arrolladoras victorias en 3 elecciones consecutivas nos deben invitar a analizar si no estamos ante un simple cambio político, sino ante un cambio sociológico en el que Andalucía ha dejado de ser de izquierdas. Algunos -no sé si por interés partidista o con estudios demoscópicos- así lo afirman con rotundidad. Otros, más cautelosos, hablan de un ciclo político que están saboreando los populares. Sólo el tiempo nos dirá si fue cambio político o sociológico, o un nuevo ciclo, pero ese futuro no está escrito. Lo deben escribir el presidente Moreno y los suyos con la gestión de cada día. Y la oposición haciendo oposición.