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Lo de siempre, ¿por qué no?

El afán de innovar nos lleva a renunciar a lo nuestro. Es cierto que con el paso del tiempo, la evolución y el desarrollo cambiamos lo habitual y esto, en principio es bueno...

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El afán de innovar nos lleva a renunciar a lo nuestro. Es cierto que con el paso del tiempo, la evolución y el desarrollo cambiamos lo habitual y esto, en principio es bueno. Pero no es menos cierto y me atrevo a afirmar que tampoco es menos cruel, que ciertos cambios, renuncias inútiles e injustificadas que en ocasiones hacemos, tienen incluso consecuencias incuantificables. Nos encontramos inmersos en un laicismo un tanto raro: por un lado quiere reducir la religión a un sentimiento íntimo y privado de las personas escondiendo su dimensión social, y por otro lado acepta y casi asume motivos religiosos de otras culturas.

Hace unos días mantenía una  conversación sobre el "papanuel". Sí, sobre ese personaje que muchos no saben ni pronunciar, que nada tiene que ver con nuestra cultura, con nuestra tradición, con nada...... PAPANOEL. Las tradiciones religiosas, en nuestro caso las cristianas, identificadas por todas las generaciones desde antaño, a los cristianos nos  motivan, nos agradan e incluso hasta nos ayudan.... Y éstas mismas a los no cristianos, a los ateos, a los agnósticos...... nada malo, nada negativo pueden aportarles. Esto tiene que tener cabida dentro del juego democrático. Nuestras tradiciones religiosas ayudan a la promoción de valores en la sociedad.  Las religiones en general y el cristianismo en particular son importantes en la construcción de la vida social, contribuyen a la creación de una moral pública en su entorno. Sorprendente cómo se rechazan nuestras tradiciones, (permitimos la sustitución de la Navidad por el solsticio de invierno, la Semana Santa por las fiestas de primavera, los Reyes Magos por Papa Noel, el Belén por el carnaval...)  frente a lo permeables que nos hacemos a tradiciones ajenas. Estamos inmersos en unas tradiciones cristianas que insisto, sólo pueden de alguna manera servir como recordatorio, como estímulo de valores fundamentales de la convivencia.

Si llenamos nuestros balcones de "papanueles" nada nos recordarán, nada nos estimularán, nada intervendrán en nuestro día a día. Pero si los llenamos de portales de Belén, de Niños Jesús, estaremos haciendo algo bueno, cuando menos, conservar la tradición, la cultura que nos ha conducido hasta el presente, o poniendo distintivos que sólo pueden aportar algo bueno a quienes los disfruten o incluso, por qué no, anunciando a bombo y platillo que Dios nace entre nosotros.

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