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Tirado: El fotógrafo barbateño capaz de pintar con luz el lienzo negro de la oscuridad

Antonio Manuel Tirado, narrador visual a través de la fotografía nocturna de la fauna salvaje y del ‘Lightpainting’

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Pintar con luz un lienzo en negro

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  • ¿Y todo por una foto? Sí, pero qué foto... Para captar este tipo de imágenes “te puedes llevar un año tranquilamente"

AAntonio Manuel Tirado Castillo no es simplemente un fotógrafo; es un narrador visual, un pintor de paisajes nocturnos que combina técnica, pasión y una sensibilidad única hacia la naturaleza. Este barbateño ha consagrado décadas a un arte que, según sus propias palabras, “juega con el tiempo, la luz y la paciencia” para crear imágenes irrepetibles. En su mundo, la oscuridad no es un obstáculo, sino un lienzo infinito donde la magia toma forma.

Este barbateño ha consagrado décadas a un arte que, según sus propias palabras, “juega con el tiempo, la luz y la paciencia” para crear imágenes irrepetibles. En su mundo, la oscuridad no es un obstáculo, sino un lienzo infinito donde la magia toma forma

“Cuando conocí el mundo de la fotografía nocturna fue un boom en mi cabeza, porque ahí lo que recibes es un lienzo en negro”, explica Antonio con una chispa en los ojos. “El artista tiene un lienzo en blanco y pinta lo que él crea. Nosotros pintamos con las luces, jugando con las velocidades y los parámetros que son muy diferentes al resto de disciplinas”. Así describe el nacimiento de su pasión por la fotografía nocturna, un amor que ha definido su trayectoria artística y personal.

Pintar con luz un lienzo en negro

Su fascinación por la fotografía se remonta a los años 90, en plena era analógica. Era la época en la que la película Cocktail, dirigida por Roger Donaldson y protagonizada por Tom Cruise y Elisabeth Shue, había hecho furor… y claro, Antonio Manuel Tirado imitaba los malabarismos con botellas y cocteleras detrás de la barra, lo que llamaba mucho la atención de la clientela y también de su jefe, aficionado a la fotografía. Y un día cualquiera,  “me fascinó una foto que me hizo mi jefe en la cafetería donde trabajaba. Era un barrido perfecto, capturando una cubitera en el aire durante un malabarismo con botellas. Aquella imagen me marcó”, recuerda con cierta nostalgia. Sin embargo, las demandas laborales lo alejaron temporalmente de la cámara, aunque la pasión ya le había atrapado, solo era cuestión de tiempo que regresara a su vida. Y así fue en 2002, con un regalo inesperado, cuando redescubrió su amor por la fotografía. “Mi pareja me regaló una cámara digital, y ahí empezó todo otra vez. La digital me dio la libertad de probar sin miedo, sin pensar en los carretes, ni en los costos. Podías experimentar y aprender a tu ritmo”.

Con esta nueva herramienta en sus manos, Antonio exploró diversas técnicas hasta encontrarse con el ‘lightpainting’, una disciplina que cambiaría su vida. “El lightpainting me permite pintar con luz. Por ejemplo, con una linterna puedes crear un fantasma, iluminar lugares abandonados o hacer esferas de colores. Las posibilidades son infinitas”. Estas palabras reflejan su entusiasmo por una técnica que le ha permitido colaborar con amigos de Jerez, Sevilla y otros lugares.

Con la cámara ya de nuevo en su vida,  “pues al principio te la llevas a los cumpleaños, te la llevas a los eventos familiares. Tiene como modelo a tu familia. Y así volvió a empezar todo para acabar pensando en la fotografía veinticuatro horas al día. Una vez que te atrapa no dejas de pensar en ella e invade toda tu cabeza”. Con esa actitud se adentró en el mundo de la fotografía nocturna, ‘lightpainting’,  es decir, pintar con luz”. “Como te decía antes, tienes el lienzo en negro y como ya sabes, la fotografía no deja de ser luz. La cámara lo que recibe es luz. Entonces todo lo que pintes y quede dentro del sensor, queda registrado. Es decir, se te abre un abanico de posibilidades increíble. Y con las herramientas que hoy en día existen, pues la imaginación es el único límite”.

Pintar con luz un lienzo en negro

Antonio acude junto a otros apasionados por esta técnica fotográfica  a “pintar” por la noche y para ello buscan localizaciones, preferiblemente lugares aislados e incluso abandonados… Los unos aprenden de los otros. “Hacemos quedadas para tomarnos una cerveza y ponemos nuestras ideas sobre la mesa… así creamos personajes, escenarios, etc. Hay veces que nos metemos en una cantera y  creamos figuras fantasmagóricas fantasmas y fotografías de terror (risas). La verdad es que tenemos uno en el grupo al que le gusta mucho el tema de terror dentro de la fotografía…”.

 Lo cierto y lo importante es que “trabajar en grupo es emocionante, porque cada uno aporta algo diferente. Una idea que a lo mejor no se me habría ocurrido a mí surge de la colaboración, y eso enriquece el resultado final”.

De forma paralela y a medida que perfecciona su técnica, el interés de Antonio por la fotografía de fauna salvaje nació al descubrir el trabajo de Mario Cea, fotógrafo natural de Salamanca que es todo un referente en este campo. “Empiezo a seguirlo, voy a sus cursos y me pongo a investigar. Siempre me ha gustado la naturaleza, así que decido unir mis tres pasiones: la fotografía, la fauna y la noche”. Este cruce de intereses lo llevó a desarrollar un enfoque meticuloso y respetuoso para capturar la vida animal nocturna.

Pintar con luz un lienzo en negro

La fotografía nocturna de la fauna y la naturaleza es una técnica más solitaria y que requiere de muchísima paciencia porque el proceso es complicado y meticuloso… De hecho, “lo primero es averiguar dónde se encuentra el animal al que decides fotografiar”, es decir, tienen que adquirir conocimientos de la propia fauna, sobre todo de su comportamiento…  “Primero tienes que buscar rastros, como egagrópilas (bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que regurgitan algunas aves) o huellas. Por ejemplo, una gineta no clava las uñas, así que buscas marcas de almohadillas”, explica con la paciencia de quien ha pasado incontables horas en el campo. “Luego instalas una cámara de fototrampeo con señuelos, como sardinas en aceite. En el campo todo huele, y los animales tienen un olfato increíble. Las sardinas en aceite son infalibles”. Pero Antonio es claro al señalar que su proceso va mucho más allá: “No es montar la cámara y ya. Tienes que entender cómo se mueven los animales, qué comen, cómo reaccionan a los cambios en su entorno. Y sobre todo, necesitas mucha paciencia. Esto es un trabajo de meses, incluso a veces de un año para conseguir una buena foto”.

El fototrampeo es un sensor por movimiento. “Cuando pasa el animal, lo detecta, lo graba y te da cierta información, por ejemplo, la hora a la que pasa el animal”. Ese montaje se queda varios días con sus noches a la intemperie  “con el riesgo que conlleva. Te arriesgas a que los amigos de lo ajeno se lo lleven. Tengo que tener mucho cuidado con eso”.

Luego, “una vez que ves que hay un animal que te interesa, pues ya empieza la tercera fase, que es ir poniéndole los elementos que están fuera de su entorno. Poquito a poco. El campo es su casa y ellos saben donde hay un pino caído, un tronco, etc. No puedes llegar del tirón y ponerle todo el sistema de iluminación y todo el sistema de disparo de la cámara porque los ahuyentarías”.

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En esta tercera fase, una vez identificada la presencia de los animales, Antonio despliega su equipo con extremo cuidado: “Primero colocas un flash, luego otro. Todo tiene que ser muy progresivo para no ahuyentarlos. Finalmente, instalas una barrera infrarroja que activa el disparo cuando el animal pasa. Es un sistema que minimiza el margen de error y te permite capturar el momento justo”. Mientras tanto sigues con el fototrampeo para comprobar que el animal sigue acudiendo a la zona donde le has colocado un cebo… y sí, tienes que usar un cebo porque de lo contrario no hay mucho que hacer”.

Y es que como suele ocurrir con casi cualquier cosa en esta sociedad, el trabajo de Antonio no está exento de críticas. Algunos naturalistas opinan que el uso de señuelos puede alterar los hábitos de los animales. Sin embargo, él defiende su enfoque con argumentos sólidos. “Un cárabo al que alimentaba con ratones pudo empollar cuatro huevos, cuando normalmente son dos. Creo que estoy aportando algo positivo. Nunca hago nada que pueda perjudicar a los animales. Siempre respeto su espacio y sus tiempos”. Para Antonio, el equilibrio entre intervención y respeto es esencial: “Es una línea muy fina, y tienes que ser muy consciente de lo que haces. Cada decisión cuenta”.

“Hay mucha gente que protesta porque dicen que no es su hábitat, que le quitas las costumbres o que no sé qué. Bueno, yo opino de otra forma. El animal va a ir donde haya alimento fácil, como vamos todos, incluso como nosotros”, aclara antes de explicar la siguiente fase que es intentar hacer la fotografía.

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Lo primero es acudir a la zona en cuestión… pero tienes “tienes que ir camuflado y manteniendo las distancias. Tampoco te puedes quedar allí a dos metros del animal”, aunque en su caso, “ya lo hago porque me lo permiten. Saben que yo no les hago daño y me permiten el acercamiento. Llega un momento en que la jineta (gineta, jineta o gato almizclero) si me permite el acercamiento. El cárabo me permitía también el acercamiento como a tres metros porque sabía que no iba a hacerle daño”.

Una vez allí, con todo el equipo montado (poco a poco) “montas una barrera infrarroja. Preparas todo para que el animal en cuestión pase por donde tú quieres que pase. Por ejemplo, una jineta. Le pones en una rama el trocito de caballa y pones la barrera inalámbrica  e infrarroja  en el sentido que sepas de que va a pasar por ahí. Y cuando el animal corta el haz de luz, salta todo el sistema de fotos mediante un disparador de flash inalámbrico o trigger  que permite que nuestra cámara sea capaz de comunicarse con nuestro flash sin que haya una conexión física entre ellos. Y salta la foto”.

Y  todo eso para una foto. ¿Para una foto?  Sí, pero qué foto…  Para captar este tipo de imágenes “te puedes llevar un año tranquilamente. También depende de lo que te permita el animal. Ahí ya lo que influye es el animal, su comportamiento y su forma de reaccionar ante nosotros”.

Antonio trabaja generalmente en el Parque Natural de la Breña e insiste en que “le encanta la naturaleza, la vida nocturna de los animales y la fotografía…, es decir, junto mis tres pasiones”.

Entre la fauna que centra sus fotografías “está la lechuza, el cárabo, está el búho campestre, la jineta. Bueno, y ya cuando voy de día, y me camuflo y fotografía al petirrojo o el camaleón”.

Entre sus experiencias más memorables está la fotografía de tres ginetas en una misma imagen: una pareja y su cría. “Las identificas por detalles como un pico en la oreja o marcas únicas. Cada animal es diferente, igual que las personas. Cuando consigues esa foto que llevas meses persiguiendo, es una sensación indescriptible”.

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Cuando uno observa el resultado, es decir, la imagen, la foto… alucina. Pero insistimos, el proceso hasta llegar a ella no es sencillo. Por un lado tienes que tener conocimientos sobre el comportamiento de la luz, las técnicas fotográficas y también sobre la fauna. Al principio “yo que sé que come la puñetera gineta o cómo se desplaza. Ahora ya sé que regurgitan algunas aves. Y luego está la paciencia. Mucha, mucha, paciencia. La paciencia es primordial en todo esto. Porque no es irte esta noche y traerte una foto. No. La paciencia y no aburrirte pero cuando te apasiona algo, ya sabes, sarna con gusto no pica”.

En cuanto a su equipo técnico, Antonio confía en cámaras Canon, como la 5D Mark III y la reciente EOS R6 Mark II. Además, utiliza herramientas avanzadas, como barreras infrarrojas diseñadas por expertos como su amigo Antonio Pestana. “Con estas barreras, el margen de error es mínimo, lo que permite capturar el momento justo. Pero más allá de la tecnología, lo importante es el conocimiento. Tienes que saber cómo funciona la naturaleza, qué comportamientos esperar y tener la capacidad de adaptarte. La tecnología es solo una herramienta”.

Aunque sus redes sociales son una ventana a su trabajo, Antonio siente que es el momento de dar un paso más. “Quiero que mis vecinos y vecinas vean la magia de la naturaleza nocturna. Cada imagen cuenta una historia, y me gustaría compartirlas en una sala abierta al público. Creo que es una forma de devolver algo a mi comunidad, de compartir esta pasión que me ha dado tanto”. La Casa de la Cultura, en la Sala de Exposiciones Carmen Bernal, o los bajos de la Antigua Lonja, serían espacios ideales para esta primera exposición… así que tomen nota desde la Concejalía de Cultura.

“Porque la gente no se imagina el trabajo que  hay detrás. Claro, puedes decir, es solo una foto… pero es mucho más”. Es una obra de arte, es la captación de un instante y la belleza que rodea al mismo. Es la imaginación la que juega. Es composición. Es un proceso complejo, hay que estudiarlo y para eso están los cursos y para eso te tienes que formar en muchas disciplinas. Y es que para Antonio, la fotografía es más que un hobby o una profesión. Es una forma de conectar con el mundo que lo rodea, de descubrir y compartir la magia que se oculta en la oscuridad. “La noche tiene sus propios secretos, y cuando los capturas, no solo haces una foto, sino que creas un puente hacia lo invisible”. Esa es la verdadera magia de su trabajo.

Pintar con luz un lienzo en negro

 

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