El tercer empate y el desamor con el gol no aplaca la ilusión inicial
Tras lo dispuesto en la segunda parte, todo hace pensar que habrá cambios en el once
Mientras algunos intentan salir al paso, como pueden, y tirar de manual utilizando los manidos recursos de las excusas cuando no se gana, el Racing Portuense sólo recibe apoyos y elogios por su juego y, sobre todo, por las sensaciones que transmite. Ir de víctimas cuando no se vence suele convertirse en críticas veladas a la hora de eludir responsabilidades.
El Racing no ha ganado un solo partido. Es cierto. Tampoco los ha perdido. También. El entorno prefiere ver la botella media llena. Y tiene razones de peso para no creer lo contrario. No es para menos, visto lo visto parece que sólo es cuestión de tiempo para que la pelota sea justa y decida entrar una más que la del rival.
Por ahora, y con sólo tres partidos disputados, se perdona y la tranquilidad se impone. Es el momento de ir asentando el grupo y de ir tomándole el pulso poco a poco a la categoría.
Tres empates en otros tantos partidos pudiera dar esa lógica intranquilidad y más en un comienzo de campeonato donde las ilusiones y fuerzas van encaminadas a ir marcando la línea a seguir en una competición tan larga como es la Liga.
Los primeros partidos son un claro reflejo de lo que puede dar de sí toda la temporada. La imagen cuenta, no puntúa, pero sí que calibra el potencial. Y a esa se acoge la parroquia que ve como su equipo dispone y disfruta de cuanto ve sobre el terreno de juego. El fútbol es espectáculo y diversión y, hoy por hoy, el Racing a parte de abonarse a los empates, se suscribió a practicar un fútbol alegre y dinámico, con un juego que divierte e intenta armonizar los 90 minutos.
Ya lo adelantó David Galisteo nada más acabar el partido ante los sevillanos, “la gente se aburrirá poco viéndonos”. Y no le faltaba razones. La segunda parte realizada ante el Sevilla C quedará guardada en la memoria y la retina de los aficionados, que revivirá cada una de las jugadas y la multitud de ocasiones de las que disfrutó el equipo.
Más lejos de la realidad, jornada tras jornada, la historia se repite. Como si fuese cíclica, las pautas seguidas se cumplen a rajatabla. Como si siguiera un patrón calculado y medido, los partidos van encontrando una versión mejorada, que no perfecta, pero sin que se halle la pócima mágica para desnivelar tanto equilibrio.
El contrapeso de los errores y los aciertos se pagan por igual. Injusto premiar con el mismo precio tanto esfuerzo y tantas ocasiones marradas. El fútbol paga por goles y por victorias, no por intencionalidad ni por oportunidades dispuestas sin concretar.
Los encuentros tienen un tinte parecido unos a otros, como si poco importase la entidad del rival o si nada influyese jugar en casa o a domicilio. Cambia el decorado, pero los ingredientes y los resultados son, finalmente, los mismos.
El Racing Portuense se siente protagonista y parece reeditarse, como en un bucle, viviendo en su día de la marmota particular. El discurso antitriunfal va comiendo terreno a las posibilidades de un equipo, que en ciertas fases se adormece y cambia, sin saber del todo, cuales son los motivos para acomodarse en ese aletargamiento.
Del mismo modo, entra en un estado de ensoñación, al igual que despierta para acto seguido ofrecer su repertorio más incisivo, constante y peligroso, para cercar la meta contraria. Por tercera vez, los racinguistas terminaron el partido dentro del área del rival. Los tres empates no huelen a conformismo ni haber topado ya con el techo de la posiblidades, tienen una apariencia de intentar buscar el equilibrio perfecto.
Tal y como ocurriera siete días antes, la primera parte fue un calco a lo ocurrido anteriormente. Nada distinto que no hubiera pasada ya. Un rival que con una sola llegada le bastó para adelantarse en el marcador. Como ya ocurriera ante el Alcalá o Recre B. Nada nuevo. Del mismo modo, la segunda parte, como si el descanso o la entrada a vestuarios supusiera de una necesitada arenga extra para despertar del letargo.
El domingo, el Sevilla C certificó la efectividad de la que adolece este Racing que continúa su desamor con el gol. Sin gol es complicado vencer y a base de empates es difícil conseguir los objetivos.
La lectura más positiva semana tras semanas son las constantes llegadas al área rival. La posesión del esférico ante el filial sevillista fue brutal. Las ocasiones se sucedieron como hacía tiempo que no ocurría. La madera, en dos ocasiones, la falta de puntería, la escasa fortuna o los aciertos del portero de turno, han privado unos resultados que se le resisten.
Mientras tanto, la singularidad de los de Galisteo siguen siendo los cambios tan radicales de un tiempo a otro. La regularidad mostrada en ser diferente en cada parte, es la tónica ofrecida en este inicio liguero. Del todo a la nada o viceversa son fruto de una intensidad basada en una psicología que no termina de encontrar el equilibrio perfecto.
Aire fresco
Los cambios están sirviendo para otear que el once no termina de estar definido y que con el paso de las jornadas pudiera sufrir alguna que otra variación más. Las posiciones están más o menos determinadas. La inclusión de Lolo Prado y, posteriormente, la de Nene revolucionaron un equipo que se vio reforzado con ideas y que con más presencia ofensiva, atosigó a un rival que no supo neutralizar las acometidas. El chiclanero Nene rompe la horizontalidad y con desparpajo y con la chispa de la improvisación, da la verticalidad necesaria para romper la línea defensiva.
El Racing no ha ganado un solo partido. Es cierto. Tampoco los ha perdido. También. El entorno prefiere ver la botella media llena. Y tiene razones de peso para no creer lo contrario. No es para menos, visto lo visto parece que sólo es cuestión de tiempo para que la pelota sea justa y decida entrar una más que la del rival.
Por ahora, y con sólo tres partidos disputados, se perdona y la tranquilidad se impone. Es el momento de ir asentando el grupo y de ir tomándole el pulso poco a poco a la categoría.
Tres empates en otros tantos partidos pudiera dar esa lógica intranquilidad y más en un comienzo de campeonato donde las ilusiones y fuerzas van encaminadas a ir marcando la línea a seguir en una competición tan larga como es la Liga.
Los primeros partidos son un claro reflejo de lo que puede dar de sí toda la temporada. La imagen cuenta, no puntúa, pero sí que calibra el potencial. Y a esa se acoge la parroquia que ve como su equipo dispone y disfruta de cuanto ve sobre el terreno de juego. El fútbol es espectáculo y diversión y, hoy por hoy, el Racing a parte de abonarse a los empates, se suscribió a practicar un fútbol alegre y dinámico, con un juego que divierte e intenta armonizar los 90 minutos.
Ya lo adelantó David Galisteo nada más acabar el partido ante los sevillanos, “la gente se aburrirá poco viéndonos”. Y no le faltaba razones. La segunda parte realizada ante el Sevilla C quedará guardada en la memoria y la retina de los aficionados, que revivirá cada una de las jugadas y la multitud de ocasiones de las que disfrutó el equipo.
Más lejos de la realidad, jornada tras jornada, la historia se repite. Como si fuese cíclica, las pautas seguidas se cumplen a rajatabla. Como si siguiera un patrón calculado y medido, los partidos van encontrando una versión mejorada, que no perfecta, pero sin que se halle la pócima mágica para desnivelar tanto equilibrio.
El contrapeso de los errores y los aciertos se pagan por igual. Injusto premiar con el mismo precio tanto esfuerzo y tantas ocasiones marradas. El fútbol paga por goles y por victorias, no por intencionalidad ni por oportunidades dispuestas sin concretar.
Los encuentros tienen un tinte parecido unos a otros, como si poco importase la entidad del rival o si nada influyese jugar en casa o a domicilio. Cambia el decorado, pero los ingredientes y los resultados son, finalmente, los mismos.
El Racing Portuense se siente protagonista y parece reeditarse, como en un bucle, viviendo en su día de la marmota particular. El discurso antitriunfal va comiendo terreno a las posibilidades de un equipo, que en ciertas fases se adormece y cambia, sin saber del todo, cuales son los motivos para acomodarse en ese aletargamiento.
Del mismo modo, entra en un estado de ensoñación, al igual que despierta para acto seguido ofrecer su repertorio más incisivo, constante y peligroso, para cercar la meta contraria. Por tercera vez, los racinguistas terminaron el partido dentro del área del rival. Los tres empates no huelen a conformismo ni haber topado ya con el techo de la posiblidades, tienen una apariencia de intentar buscar el equilibrio perfecto.
Tal y como ocurriera siete días antes, la primera parte fue un calco a lo ocurrido anteriormente. Nada distinto que no hubiera pasada ya. Un rival que con una sola llegada le bastó para adelantarse en el marcador. Como ya ocurriera ante el Alcalá o Recre B. Nada nuevo. Del mismo modo, la segunda parte, como si el descanso o la entrada a vestuarios supusiera de una necesitada arenga extra para despertar del letargo.
El domingo, el Sevilla C certificó la efectividad de la que adolece este Racing que continúa su desamor con el gol. Sin gol es complicado vencer y a base de empates es difícil conseguir los objetivos.
La lectura más positiva semana tras semanas son las constantes llegadas al área rival. La posesión del esférico ante el filial sevillista fue brutal. Las ocasiones se sucedieron como hacía tiempo que no ocurría. La madera, en dos ocasiones, la falta de puntería, la escasa fortuna o los aciertos del portero de turno, han privado unos resultados que se le resisten.
Mientras tanto, la singularidad de los de Galisteo siguen siendo los cambios tan radicales de un tiempo a otro. La regularidad mostrada en ser diferente en cada parte, es la tónica ofrecida en este inicio liguero. Del todo a la nada o viceversa son fruto de una intensidad basada en una psicología que no termina de encontrar el equilibrio perfecto.
Aire fresco
Los cambios están sirviendo para otear que el once no termina de estar definido y que con el paso de las jornadas pudiera sufrir alguna que otra variación más. Las posiciones están más o menos determinadas. La inclusión de Lolo Prado y, posteriormente, la de Nene revolucionaron un equipo que se vio reforzado con ideas y que con más presencia ofensiva, atosigó a un rival que no supo neutralizar las acometidas. El chiclanero Nene rompe la horizontalidad y con desparpajo y con la chispa de la improvisación, da la verticalidad necesaria para romper la línea defensiva.
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