¿Quién se puede atrever a hablar de la juventud actual? Parece que da miedo pararse a reflexionar no sólo sobre los comportamientos sino también sobre las causas del por qué los jóvenes son y actúan como lo están haciendo en los momentos actuales. La juventud ha pasado a primer plano. Su poder de influencia es mucho mayor de lo que la sociedad pensaba hasta hace poco. Los jóvenes constituyen un sector importante dentro de la comunidad social.
Los jóvenes imponen sus formas de hablar, marcan modas y aficiones en la sociedad, también deberían dejarse notar abierta y fuertemente en la asunción de responsabilidades y marcar pautas en la solución de los problemas que, sobre todo, les afectan a ellos en el presente y en su futuro. No obstante, conviene anotar algunos factores que explican la misma actualidad de los jóvenes.
Por una parte, tenemos que los jóvenes son los principales consumidores de ciertos productos y su poder económico se ha hecho más manifiesto porque gastan el dinero en artículos muy llamativos y su consumo tiende a concretarse en determinados sectores del mercado. Las demandas de los jóvenes se han hecho notorias dentro de la sociedad y sus actuaciones son difundidas por los medios de comunicación, a veces como noticias principales de portada.
Como medios de comunicación de masas, la prensa, la radio y la TV tienden a crear “mitos” dentro del mundo de los jóvenes. Divulgan la imagen del “joven típico” y los que no se ajustan a ella empiezan a notar que es como si les faltase algo. No siempre ese joven tipo está cargado de valores. Pero hay que citar como un valor el “inconformismo positivo” ante lo mediocre, porque resulta incomparablemente mayor el número de chicos y chicas que acaban deslizándose por la pendiente de la mediocridad que por la vía de la lucha por un mundo justo y solidario.
Hay quienes afirman que la mediocridad es una enfermedad sin dolores de cabeza y sin apenas síntomas visibles. Los mediocres parecen felices o, al menos, tranquilos. Suelen presumir de la sencilla filosofía con que se toman esta vida y les resulta difícil darse cuenta de que consumen totalmente su existencia. Pero no podemos mirar desde lejos porque todos podemos ser mediocres. Tenemos que hacer un esfuerzo para salir de la vulgaridad y para no regresar de nuevo a ella.
Tenemos que ir llenando constantemente nuestra vida de algo que le de sentido; apostar por una existencia que se convierta en útil para los demás y para nosotros mismos, apartándonos de una vida arrastrada y vulgar. Y como dice un refrán: “no hay quien mal su tiempo emplee y que el tiempo no le castigue”. La vida está llena de alternativas y opciones. Vivir es apostar y mantener la apuesta. Apostar y retirarse ante el primer contratiempo sería morir por adelantado.
Es verdad que mucho se ha hablado y profundizado sobre educación y el futuro de la juventud hasta llegar a afirmar que es necesario que la educación se conciba como la búsqueda del desarrollo integral y armónico de la maduración de la conciencia moral para discernir el bien y comportarse en consecuencia y como atención a la dimensión espiritual del que crece. Todos los aspectos de la educación deben estar unidos de tal manera que ayuden a “ser” más que a “tener”.
No obstante, las desastrosas consecuencias de la crisis están provocando que muchos jóvenes, al terminar sus carreras, cansados de la inútil búsqueda de empleo cercano, han descubierto un “inconformismo positivo” y han decidido, como salida, marchar a otros países.
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