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Actualidad del anarquismo (I)

Hace año, muchos años, hablar de anarquía ya era sinónimo de “caos”, “desorden”. Sin embargo la palabra como tal no conlleva esas connotaciones peyorativas...

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Hace año, muchos años,  hablar de anarquía ya era sinónimo de  “caos”, “desorden”.  Sin embargo  la palabra como tal no conlleva esas connotaciones peyorativas.  Posiblemente los más interesados en calificar  negativamente al anarquismo hayan sido quienes más podrían perder si en algún momento la sociedad se organizara anárquicamente.

¡Sí!, digo bien, organizarse. Porque la base de la anarquía es el orden perfecto, al que sin duda aspira cualquier ser humano y no digamos una sociedad avanzada  ética y culturalmente hablando. Una sociedad donde cada cual aporta al común según su capacidad y recibe según su necesidad. Una sociedad donde nadie delega en nadie su capacidad de decidir en aquello que le afecta o afecta a la colectividad en la que vive. Una sociedad que define la vida (cualquier vida)  como el eje de toda su actividad, de forma que nunca se vea comprometida.

En estos momentos de frustración mayoritaria de la ciudadanía, se desvelan claramente inoperantes las estructuras civiles y económicas creadas por quienes han controlado desde siempre las vidas de los súbditos. Pocos se fían de la política y de quienes a esa tarea lucrativa se dedican.  Casi nadie confía en una justicia que tarda y tarda, dependiendo del caso, y que absuelve al que mucho roba, aunque nada de lo robado restituya.

Quién  puede fiarse del que pierde el sueño por la preocupación que le causa el desempleo y se va a cazar elefantes, o de aquella que nada sabía de los tejemanejes de su marido vendiendo-nos  al mejor postor. Y quién confía en aquellos que, “descamisados”,  accedieron al poder y ahora son multimillonarios a fuerza de dejar hacer y hacer dejación.

El 15 M brotó y tomo cuerpo orgánico de la manera más antigua que la humanidad conoce, la asamblea.  Actualizó con su asamblearismo, su libertad, su respeto y dinámica, la realidad del anarquismo. Porque  nadie delega en nadie, porque cualquiera puede expresarse libremente, porque se organiza sin necesidad de una estructura de cargos retribuidos.

Este movimiento se apodera de un espacio de participación directa de la ciudadanía y, desde esta perspectiva, es peligroso para quienes desean evitarlo a toda costa.

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