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Notas de un lector

Albores del toreo a pie

Gonzalo Santonja vuelve a dejar constancia de sus dotes de avezado investigador, y con el rigor que le caracteriza, ofrece un amplísimo mapa de por donde el toro fue dejando sus primeras huellas.

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Meses atrás, reseñaba en este mismo espacio, “Luces sobre una época oscura”, un atractivo volumen que llevado de la mano y de la pluma de Gonzalo Santonja, aportaba novedosas evidencias sobre los orígenes del toreo a pie a partir del siglo XVII.
Este catedrático de Literatura Española de la Universidad Complutense, director general del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, e incansable gestor cultural, no detiene su afán de recabar más información sobre tan apasionante tema. Por ello, el lector, tiene ahora una nueva posibilidad de seguir buceando en estas cuestiones con la publicación de “Por los albores del toreo a pie”, cuyo subtítulo, “Imágenes y textos de los siglos XII-XVII”, aclara, aún más, su contenido.

     Al hilo de la variada oferta estival taurina que brinda en estas fechas nuestro país, es recomendable, a  su vez, dejarse ganar por las páginas de este revelador ensayo, que va más allá de lo que reclama su idea primigenia. Pues, como bien apunta en su prefacio, Alfonso Fernández Mañueco, Alcalde de Salamanca, Por los albores del toreo  ratifica que “la fiesta de los toros es un derecho de todos los españoles (…) Es un derecho constitucional y nuestra Carta Magna recoge el derecho consuetudinario que se ha mantenido en España durante más de ochocientos años como demuestra este libro”.

     Gonzalo Santonja vuelve a dejar constancia de sus dotes de avezado investigador, y con el rigor que le caracteriza, ofrece un amplísimo mapa de por donde el toro fue dejando sus primeras huellas. Y “en corto y por derecho”, hilvana pruebas fehacientes que corrobora con esmerada autenticidad.
Las tallas que se encuentran en los capiteles de la Catedral de Pamplona -erigidos entre 1280 y 1335-, ya dan fe de algún rastro de lidia en la que sería “hoy por hoy la primera representación de los matamoros primitivos”.

     Una viga del Monasterio de Silos, datada a finales del siglo XIV, recoge la certidumbre de la separación ya existente entre el alanceamiento a caballo y el alanceamineto a pie. Sucede a este ejemplo, otra viga situada en la iglesia de San Millán de los Balbases en Burgos, pintada hacia 1470, donde vuelve a aparecer “el hombre frente al toro, modelo entre los modelos de bravura”.
Ya en el siglo XV, las catedrales de Plasencia y Ciudad  Rodrigo y el destacado taller de Rodrigo Alemán, reafirman con contundencia las anteriores hipótesis.

    El cacereño monasterio y casa palacio de Yuste -retiro de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico-, merece otro alto en el camino para contemplar su sillería con fondo de toros, al igual que ocurre con la escalera de la Universidad de Salamanca, donde sobresalen las imágenes de un encierro campero.
Sin salir de Salamanca y ya en el siglo XVI, su Catedral Nueva nos regala a lo largo del friso de la balaustrada interior escenas de inequívoca actividad taurina.

    El palacio de los Condes de Requena, en Toro, Zamora, el Real Monasterio de Guadalupe en Cáceres, unido a los documentos extraídos del Archivo General de Simancas y las referencias  la Escuela Taurina de Madrid del siglo XVII -una vez que la sociedad del ámbito del toro estaba ya sólidamente establecida-, completan este atlas por donde Gonzalo Santonja ha sabido trazar las líneas maestras de un viaje ameno y sugeridor.

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