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Matonismo

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Como tal, se entiende la conducta (unipersonal o de grupo) de los que valiéndose de la fuerza y/o de una posición dominante y aprovechándose de un ambiente de impunidad, imponen su ley (su voluntad) en detrimento de otras personas o del conjunto de la sociedad. A la postre, el matonismo supone una merma del estado de derecho, ya que quebranta las legítimas prerrogativas de las víctimas del matón. Se concluye por vía de consecuencia que el matonismo es tanto más flagrante cuanto menor es el grado de implantación democrática en un país. Los ejemplos cunden, a todos los niveles.


Hay matonismo familiar, del que el caso más frecuente y sangrante es la llamada violencia de género, que no cesa pese a loables esfuerzos. Asimismo lo hay en el ambiente escolar, en grado de intimidación e incluso agresiones Hay matonismo en todas las esferas, porque -según dijo Hobbes, y Plauto con anterioridad- “el hombre es lobo para el hombre”.

 

Interesa sobre todo comentar el matonismo social. Más allá de nuestras fronteras, han llamado mi atención hasta la perplejidad los últimos sucedidos de Venezuela, donde Maduro está santificando como demócrata al mismísimo Hugo Chávez. Decididamente, sus acusaciones a EE.UU. en general y sobre Obama en concreto, revelan una personalidad paranoide. Las agresiones a los adversarios políticos en el Parlamento y las graves amenazas de la ministra de Prisiones (¡!) al líder de la oposición Capriles, advirtiéndole que “ya le tiene preparada una celda”, son paradigma de matonismo en grado superlativo.


Limitándonos al panorama hispano en el presente, las modalidades de matonismo proliferan. No sale uno de su asombro cuando ve que el alcalde de Marinaleda Sánchez Gordillo (que como parlamentario andaluz se ha mostrado nulo), sigue en sus andanzas invasivas de terrenos acotados, Ahora lo hemos visto tumbado en tierras de Las Turquillas, finca de titularidad estatal, retando a la Guardia Civil, y agotado sin duda por el esfuerzo físico desplegado. Utiliza sabiamente su condición de aforado para eludir de inicio la acción de la justicia.


Matonismo es el escrache, del que ya comenté sus primeras peripecias y sigue con los políticos del PP en la diana. Pese a la opinión de algunas altas instancias judiciales, escrache es sinónimo de coacción y acoso. El artículo 21.2 de la Constitución no es de aplicación en cuanto que esta movilización en espacios públicos puede implicar daño físico o moral.


Matonismo, por fin, es el que ejerce Artur Mas sobre el gobierno central con sus desplantes secesionistas, que utiliza a modo de amenaza en pro de pretendidas ventajas fiscales. Escoger una iglesia como local electoral o validar la tarjeta sanitaria como acreditación para el voto de los sin papeles, son dos perlas quizá anecdóticas, pero muy significativas.
El antídoto del matonismo es una Justicia firme, con medidas tanto de orden profiláctico como curativo.

 

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