Semblanza de Félix Escrig

Publicado: 01/09/2013
Para Félix Escrig no hubo imposibles; profesión, docencia, investigación, eran todo uno en torno a la arquitectura ligera, y estos últimos días los dedicaba con intensidad al Congreso de Transformables, que se celebrará en la Escuela de Arquitectura de Sevilla.
Hoy, la arquitectura es huérfana una vez más; una ausencia difícil de cubrir en el panorama actual, en el que los reconocimientos de la obra del autor están singularmente canalizados a tendencias y conveniencias. Pero es precisamente esa singularidad la que nos lleva a reconocer en estas líneas las enormes capacidades y aportaciones de las que ya sólo podremos disfrutar recurriendo al pasado. No habrá más: esa agilidad en el pensamiento, esa incesante actividad, esa creatividad impulsiva siempre abierta, esa exploración de lo imposible en la fragilidad de la arquitectura en la que los principios de masa, volumen y estaticidad parecían invulnerables, y que fueron desmontados por quien hoy rendimos pleitesía. Félix Escrig Pallarés, doctor en Arquitectura, etiquetado por algunos como ingeniero, nos enseñó a confiar en la arquitectura ligera, de grandes luces, de bajo coste, de fácil montaje; solo el lápiz le delataba: esa soltura en el trazo, ya fuera para resolver el detalle de un nudo estructural o dibujar la grácil silueta femenina de sus textos literarios, traicionaba el ingenio, mostrando al arquitecto que era.


Un deseo que desde muy joven se fue cultivando entre albañiles y con el que aprendió el lema ‘mens et manus’, sin el que difícilmente podríamos comprender su obra. Aprendiz desde los modelos de Leonardo da Vinci, de mente privilegiada, su capacidad creativa nos deja maquetas, modelos a pequeña y mediana escala con los que, como un Gaudí del siglo XXI, exploraba otras formas de materializar la arquitectura.


No tuvo límites. La materialidad para él no supuso misterio. Se aventuró en la arquitectura de hormigón de la mano de Rafael López Palanco y al conocer la obra de Emilio Pérez Piñero descubrió su alma mater. Como si de un juego de niños se tratara, las barras soportaban una arquitectura, inverosímil en la teoría, y que acabó ganando adeptos en todas las universidades, canteras de arquitectos que hoy reconocemos su espíritu innovador. Reconocimiento que traspasó fronteras, y que a partir del éxito de la Cubierta desplegable de la Piscina de San Pablo en Sevilla supuso la sucesión de galardones. Entre otros, por la cubierta del Velódromo de Dos Hermanas, en Sevilla.


Desde las conocidas pérgolas de la Expo 92, este viaje por la práctica profesional nos dejó patentes aceptando la validez de sus experimentos, y obras singulares como la grácil solución del auditorio de Montellano y la Calle de Sombra de ExpoZaragoza98, pero serían insuficientes estas pocas líneas para realizar un recorrido por su fructífera obra, que desde aquí invitamos a visitar. Su singular arquitectura, en la que la economía siempre jugó un papel fundamental, es laboratorio de nuevas arquitecturas en su empresa Performance, S.L. “No hay imposibles”, ése era su optimista lema, con el que convencía a escépticos.


Aquellos que pudimos disfrutar con sus tertulias, siempre con los oídos bien abiertos, pues todo era enseñanza, sin importar el foro, veíamos un maestro más que un amigo o compañero. Esa capacidad cautivadora nos llevaba de la arquitectura a la literatura, de paisajes reales por él construidos a entornos imaginarios en la Venecia más clásica, sin atisbar sufrimiento alguno que como espada de Damocles acechaba su vida, con fecha de caducidad, pero sin imaginar cuán cercana se encontraba.

Para Félix no hubo imposibles; profesión, docencia, investigación, eran todo uno en torno a la arquitectura ligera, y estos últimos días los dedicaba con intensidad al Congreso de Transformables, que se celebrará en la Escuela de Arquitectura de Sevilla.


Su pasión por la escritura le llevó a publicar y a promover la lectura. Su labor editorial desde Starbooks permitirá a sus seguidores simpatizar con sus enseñanzas y disfrutar con su fácil y culto verbo, espontáneo y objetivo, diverso en todos sus aspectos, con la nostalgia de no poder acudir a sus magistrales conferencias.


Si puede haber una contribución a la arquitectura en estos momentos, para las nuevas generaciones es la obra de Félix Escrig.

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