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La Semana Santa no ha terminado

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Siguiendo la trayectoria que me propuse. Con este artículo y otros anteriores ya publicados y dedicados a las vigencias de lo escrito al mundo cofrade en etapas anteriores, finaliza el periplo que me había propuesto hasta otra ocasión. Así que con él, también finaliza la Semana Santa y el artículo que hoy cierra este objetivo, el cual dice así:

  La Isla entera ha participado de su espléndida Semana Santa. Los isleños, una vez más, mostraron su ejemplar comportamiento, respeto y devoción hacía su Semana Mayor; porque así lo testimoniaron suficientemente con sus presencias en las calles, especialmente en los sitios puntuales de cada hermandad; como emblemáticos escenarios y testigos mudos de tantos acontecimientos y escenas representativas de cultos, de sentimientos, de actos y de detalles luctuosos hacia los que se fueron; otorgados por nuestros ordenados y disciplinados desfiles procesionales.

   Independientemente del tiempo, que suele ser un fiel aliado y acompañante común e inseparable de la Semana Santa, según la bonanza, la lluvia o viento; las hermandades pudieron realizar sus salidas procesionales y sus estaciones de penitencias dentro de esa seriedad, el orden y el recogimiento que les caracterizan; detalles que con exactitud ya fueron apreciados en otrora por el Vicario Judicial de la Diócesis, Félix González del Moral (+) quien nos honró con su visita al estar presente en la Carrera Oficial de un Miércoles Santo en un lejano entonces. Y cito esta cuestión, porque desde aquel miércoles hasta la Semana Santa actual,  otras miradas críticas, nos siguen observando cada año; comprobando cuál es nuestro comportamiento. Así qué ¡cofrades, estad siempre muy atentos!

   En las tertulias, peñas, asociaciones y en el mundo cofrade en general, queda el sabor, el recuerdo, el comentario de aquel desfile, aquella carga, esta saeta o tal banda. Y los medios de comunicación locales desplegaron una amplia, nutrida y brillante cobertura informativa.
   Los mayordomos guardan ya celosamente en las casas de las hermandades y almacenes: las túnicas, enseres, atributos y como no, los pasos que se transformaron en altares móviles o flotantes sobre los cuales, sus sagrados misterios, pudieron ser contemplados en pública manifestación piadosa de fe. Todo ello, aunque grabado en nuestras mentes, permanecerá en absoluto reposo hasta el próximo año. Y es lo que constituye el patrimonio artístico, físico y material de cada hermandad.

   Pero para el cofrade, la Semana Santa no ha terminado, al contrario, ha empezado. Es la consabida frase hecha que reza: la Semana Santa comienza cuando acaba la Semana Santa. Y por tanto, queda todo un largo periodo anual de planificaciones, rectificaciones, mejoras, proyectos y muchísimos etcéteras.

  En este compás de espera, las hermandades aparentemente se sumergirán casi en el anonimato, desapareciendo todo el poder de convocatorias de los días cuaresmales, transmitiendo al mundo ajeno -al que no es cofrade- la vaga sensación de inequívoca inactividad.

   Sin embargo, la realidad es otra muy distinta; el proceso de los trabajos y gestiones para preparar la siguiente salida procesional ya se han iniciado, así como la propia vida interna de cada hermandad, el otro caudal patrimonial; el espiritual, el más rico, esencial y exigente de cultivar, sin el cual, todas las denominaciones; la plástica, lo estético y accesorio es puramente banal y circunstancial, si no prevalece la única razón de su existencia: el misterio pascual.

   Precisamente es en este sentido espiritual donde las hermandades incidirán, dedicando sus mayores esfuerzos; planteándose seriamente profundizar en este aspecto, potenciando el contenido de la fe cristiana, la oración, la práctica devocional de la liturgia y fundamentalmente el ejercicio -cuanto más mejor- de acciones asistenciales y caritativas posibles.

   Las hermandades son miembros activos de la Iglesia y como tales, comprometidas con su evangelio; necesitando tanto ejercitarlo como del respaldo, comprensión y colaboración de sus fieles y seguidores, porque sólo así, la Semana Santa de nuestra querida Isla, elevará su buen tono, aumentará su prestigio; enriqueciéndose del contenido litúrgico y religioso; que son los únicos valores capaces y válidos de garantizar su continuidad, custodia y salvaguarda. ¡No lo olvidemos hermanos cofrades!  Conservar vuestro espíritu y recibamos para continuar con fe una feliz -Pascua de Resurrección- porque ¡Cristo ha resucitado! Y ha resucitado aquí, en una Isla fervorosa, piadosa, hospitalaria y cofrade.

  Todo lo expuesto no significa otra cosa, que Jesús y su evangelio es el mismo y sigue vigente. Sin embargo, los que a veces variamos y divagamos, somos nosotros mismos. ¿Por qué no reflexionamos y rectificamos?

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