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Lunes 01/07/2024  

Sí a la vida

Resulta palmariamente evidente que el ser humano esté a favor de la vida; ¿o es que podría ser admisible en una no ya sociedad, sino civilización avanzada estar a favor de la muerte?...

Resulta palmariamente evidente que el ser humano esté a favor de la vida; ¿o es que podría ser admisible en una no ya sociedad, sino civilización avanzada estar a favor de la muerte?.

Cuando hablamos de la vida, hablamos de esperanza, de alegría, de paz, de amor,  y de todo aquello que ennoblece al ser humano y, dicho sea de paso, lo distingue de los animales irracionales, incluidos los primates.      

Sin embargo, hablar de muerte es hacerlo de destrucción, de fracaso, de llanto, de dolor, en definitiva, de no vida.
Por ello, cuando se ha reabierto el debate por el Gobierno de la Nación, en concreto por una miembra del mismo, como es la ministra de Igualdad, doña Bibiana Aído,  sobre la ampliación de los tres supuestos despenalizadores del aborto, es decir, el terapéutico (posible grave daño físico para la madre), eugenésico (graves deformaciones del feto) y ético (embarazo como consecuencia de una violación) la respuesta –siempre controladamente sosegada– debe ser inequívoca por los que defendemos la vida, en contra de los que abiertamente abogan por la eutanasia y el aborto libre. Así, para los que se maquillan de progres y no tienen forma humana de parar el incontrolado ascenso del paro y sólo se dedican a dar golpes de efecto a diario: ora retiro unilateralmente las tropas de Kosovo (señor Zapatero bajo bandera de la Organización de las Naciones Unidas que estábamos), ora propugno la alianza de civilizaciones (con pueblos con costumbres tan poco democráticas como la poligamia), ora vendo como lo más avanzado de una sociedad progresista la eutanasia y el aborto libre, deberemos darle la respuesta que se merecen en las urnas, y alejarlos, cuanto más mejor, de la olla podrida que es la Administración en nuestro país.  Ahora bien, que los otros se pongan las pilas, porque si no será salir de Guatemala para entrar en Guatepeor.

No hay que ser muy avezado  para entender que cuando la inmensa mayoría de la población se opone al aborto provocado, si algún charlatán de los que lo defienden te intenta poner en contra de las mujeres alegando un ficticio machismo, que le pregunten a tantas y tantas madres de familia que han parido a sus hijos, incluidos a los proabortistas, qué opinan del aborto.

Resulta bochornoso que se esgrima como una de las causas para legalizar el aborto, la situación económica de la familia del nasciturus. Así que como la familia no tiene recursos económicos, en vez de que el Estado –del que se dice en el artículo primero de la Constitución Española que es Social– le facilite al cabeza de familia un trabajo digno, y no despilfarre el dinero en arreglitos ministeriales, le alegra la vida eliminando el problema, que no es otro que el futuro hijo.

Lo más descabellado de todo, es cómo se puede defender que el aborto no es una muerte, mientras que se penaliza severamente al desgraciado que caza un lagarto –por supuesto, protegido– para comérselo o rompe los huevos de no sé que pájaro.  Ahora bien, seguirán haciendo oídos sordos a las voces que claman por la cadena perpetua –yo defiendo el cumplimiento íntegro de las penas– para el violador, el asesino o el terrorista; no por nada, simplemente por falso progresismo. Y a estos progres de plástico, yo les digo: “Por Dios, sí a la vida”.

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