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El ojo de la aguja

Aniversario de la muerte de Betanzos

El fusilamiento de su padre y la muerte de su hijo con cuarenta años al caer por la escalera de su casa, le marcaron para toda la vida

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Se cumplió el pasado mes de septiembre  el octavo aniversario de la muerte  del gran poeta, investigador, escritor y exdirector de la Academia Norteamericana de la Lengua, Odón Betanzos Palacios. Con el insigne escritor rocianero nos unía una amistad lejana de cerca de veinte años, la misma que fuimos haciendo crecer con una sólida correspondencia durante estos años. Cartas que atravesaban el Atlántico de allá para acá, con escritos, poemas, ensayos, fotografías, etc.,  todo con el acervo literario y humanista del gran vate onubense, de tal modo que en la actualidad me hace poseer un legado literario a puño y letra, con el membrete de la Academia Norteamericana de la Lengua, de esta parte inédita del poeta recogida en un tocho de centenares de páginas vírgenes, que sería bueno algún día sacar a luz como uno de los legados más personales de Odón Betanzos conmigo. Echo de menos las despedidas del maestro después de pasar el verano en su villa ‘Manolo’ de Mazagón, en la avenida de las Conquistadores, con la presencia como testigo de su esposa Amalia, también fallecida. Y aquellos encuentros en el histórico café Central después de comprar los churros de papa y masa, lugar en el que quedábamos para  luego ponerlo al corriente de todo lo concerniente a la actualidad de Huelva. Odón era sencillo como la vida misma, le dolía lo más insignificante. El fusilamiento de su padre y la muerte de su hijo con cuarenta años al caer por la escalera de su casa, le marcaron para toda la vida. Fruto de ello surgió el libro ‘Sonetos de la muerte’, una de sus últimas obras. Ni que decir tiene que Odón me enviaba todas sus publicaciones. En mi poder cuento con una de las últimas ‘Odón Betanzos Palacios o la integridad del árbol herido’, editada por el Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, y en la que incluye una entrevista que le hice y que él publicó en el diario de Nueva York, ‘La Información: Houston’. Tengo también en mi poder ‘Antología poética’, obra del teólogo y gran amigo de Odón, José María Padilla Valencia, también de Rociana, y al que vemos veranear en Punta Umbría. Odón Betanzos apuraba al máximo sus mañanas por Huelva. Un día muy temprano lo llevé al periódico Odiel cuando estaba la limpiadora, y resultó que la limpiadora era de Rociana y lo conocía; le acompañaba por su callejear por Huelva, y hasta a la peluquería de César, al que no he visto este verano por Punta Umbría con su sombrero de lancha; luego de la peluquería íbamos hacia el  Punto, y me señalaba dónde estuvo el colegio San Casiano, donde estudió. Hablábamos de todo. Cierto día por la calle Concepción se le ocurrió decirme: “Juan, metía este aire salinero que respiramos en una botella y me lo llevaba a Nueva York”. El fallecimiento del maestro lo cubrió, en el diario Odiel, Juan Diego Morales, director de Viva, que estaba entonces en Odiel.

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