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Notas de un lector

Queremos tanto a Shakespeare

El año literario que se inicia viene marcado por la sobresaliente efemérides del cuarto centenario de la muerte de dos grandes de las letras universales: Miguel de Cervantes y William Shakespeare

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El año literario que se inicia viene marcado por la sobresaliente efemérides del cuarto centenario de la muerte de dos grandes de las letras universales: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. A lo largo, pues, de este nuevo curso, sus figuras y sus obras serán recordadas y homenajeadas de manera tan justa como profusa.
Pero, como última recomendación de este 2015, quiero detenerme en la oportuna y atractiva edición de la “Agenda 2016”, que la editorial Vaso Roto dedica al genial autor británico. Un bellísimo regalo que “celebra la incomparable fuerza dramática de una obra que sigue seduciendo a los lectores por su gran penetración psicológica y la riqueza plástica y expresiva de su estilo”.
Con acertado criterio, se ha reunido a un grupo de doce poetas (seis mexicanos y seis españoles, como guiño cómplice a la doble nacionalidad del citado sello), los cuales han elegido y traducido su favorito monólogo shakespereano. A su vez, se han seleccionado doce ilustraciones  de la iconografía clásica, -en especial, del siglo XIX y finales del XVIII-, que recogen algunas de las múltiples interpretaciones gráficas que ha dado de sí su conjunto dramático.

     Atendiendo al orden alfabético, colaboran en este calendario: Andrés Catalán, Jeannette Clariond, Elsa Cross, Luis Alberto de Cuenca, Jordi Doce, Julián Jiménez Heffernan, Pura López Colomé, Tedi López Mills, Eduardo Moga, José Luis Rivas, Antonio Rivero y Julio Trujillo.
Las obras de las que se han extraído los textos son variadas, y así, “Ricardo III”, “Macbeth”, “ReyLear”, “Ricardo II”, “Hamlet”, “Enrique V”, “Timón de Atenas” y “La tempestad”, cobran nueva vida y acción al hilo de unas versiones precisas y sugeridoras.

     Dejó escrito Jorge Luis Borges que el decir de William Shakespeare está aderezado con una serie de “confidencias que nunca acabaremos de descifrar, pero que siempre sentimos cercanas y necesarias”.Releyendo estos mencionados monólogos, el lector tendrá la posibilidad de convertirlos en sorpresivos y enriquecedores, y entender, aún mejor, la máxima que sabiamente anotara tiempo atrás el también escritor británico Samuel Johnson: “El drama de Shakespeare es el espejo de la vida”.
El vacío biográfico que nos dejara Shakespeare tiene su compensación en la ingente obra teatral y lírica que nos regalara.Los estudiosos, críticos y entusiastas de su legado han querido beber de esta inagotable fuente para retratar y modelar su perfil y carácter humanos. Si bien, en su enigma residirá  también su eterno mito.

     “¿Es una daga eso que veo ante mí,/ su mango hacia mi mano? (…) O mis ojos son burla de los demás sentidos/ o valen más que todos: sigo viéndote,/ y en tu hoja y en tu puño veo gotas de sangre/ que antes no había”…, reza la Escena I, del Acto II de “Machbeth, que vierte aquí y ahora con verso firme Luis Alberto de Cuenca.
Difícil sería hallar maestro comparable a este William Shakespeare al que tanto queremos, al que tanto admiramos, y al que, al cabo, tanto debemos.
Brindemos, pues, con él y por él, en este 2016 que ya casi nos abraza y escribamos en las páginas de su Agenda nuestros mejores y renovados deseos.

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