Uno de los últimos refugios de nuestros gorriones es la galería comercial de Los Patios. Allí se les puede ver recogiendo las miguitas de pan que los clientes de un bar dejan caer a su alrededor. Es una imagen tan tierna como elocuente, ya que son símbolo de la alegría a la vez que de la importancia de lo insignificante. De nuestro cielo desaparecen estos pajarillos que desde su humildad tan solo entienden ser libres, sin más resistencia que su propio volar. De sobra es sabido que los gorriones mueren al enjaularlos.
Las golondrinas que preludiaban el estío ya dejaron de visitarnos porque no soportan el stress de una metrópolis que rechaza el verde de los árboles. El sonido de la primavera es ahora de agresivas cotorras y graznidos de gaviotas que han visto en la ciudad un espacio de oportunidad, en donde disponen de una gran despensa gracias a nuestros vertederos.
Es otro de los efectos de la globalización. La actividad humana y sus medios de transporte han acelerado los procesos de desplazamientos de especies, en donde las más agresivas triunfan en torno a la voraz jungla urbana, inédita para ellos hasta hace unas décadas. Pero también las plantas exóticas han desarrollado sofisticadas estrategias para la invasión.
El planeta azul será pronto amarillo. Las flores gualdas de los vinagrillos se extienden progresivamente preparando con sus ácidos los suelos para que otras plantas le acompañen en su proceso colonizador. A él le seguirán el venenoso ricino, tan usado por Agatha Christie en sus novelas, la poderosa cañabrava capaz de destrozar cuanto pilla por delante en las riadas otoñales, el extensivo tabaco moruno, las espinosas acacias o el proceloso árbol del cielo. Una cohorte de plantas que como una sociedad de cooperación mutua tiene por afán conquistar silenciosamente todo continente.
Decía Polibio que ‘con el tiempo los invasores de hoy serán los nativos del mañana’. Pero en ese mañana tan cercano las primaveras dejarán de tener la música de los trinos que sosiegan la sangre alterada y el Romancillo de Mayo de Miguel Hernández será solo historia: ‘Por fin trajo el verde Mayo correhuelas y albahacas’.