Y la liebre llegó a la meta pero no en la Feria
El ascenso, que ya es realidad, llegaría, pero en tiempo y en forma, no cuando al señor Rubén le apeteciese
El compañero, y sin embargo amigo, Rubén - que escribiría aquel fenomenal columnista y crítico de cine del desaparecido periódico vespertino madrileño Información, que se llamaba Alfonso Sánchez- ha revelado secretos de redacción que le han podido costar muy caro, aunque no es menos cierto aquella fábula, o como se le quiera llamar, que conté en una tarde de sol y calor, de problemas de trabajo y de temores fundados e infundados sobre este Xerez del que hablamos y no paramos en ese rinconcito que los de deportes tenemos al fondo de la habitación. Y es que lo que él no ha escrito es que al equipo lo veía prácticamente ascendido en la Feria del Caballo o después en Tarragona y ha habido que esperar.
Él , llevado de su osadía juvenil, quería que el equipo ascendiese por la vía rápida sin darse cuenta de que no era fácil y menos cuando los xerecistas llevaban 21 puntos consecutivos sumados y no había forma de meterse en el tren de Primera. De ahí esa fábula de la liebre y el galgo. La liebre ha llegado a la meta, no podía ser de otra manera, pero no es menos cierto que ha tenido que mirar hacia atrás y ha visto cómo los galgos vestidos de blanco o azul y blanco no paraban de correr en su caza y captura. No es que yo no viese la botella llena, tampoco la veía vacía, pero es que la experiencia sirve para ir sopesando los distintos aconteceres de este fútbol que uno lleva mamando desde que tenía cuatro años, que ya son años, y en Jerez he visto de todo, o casi de todo ,y de ahí que esa bendita locura que de tí se apoderaba después de cada triunfo azulino yo intentase calmarla con aquello de que había que ir partido a partido y de que había que esperar, que el gozo llegaría, pero en tiempo y en forma y no cuando al señor Rubén le apeteciese.
El ascenso ya está -todo llega- y ahora se agolpan los recuerdos de aquella gente que tanto lucharon por el Xerez y también se apodera de la masa esa frase de que “hemos esperado 62 años para conseguirlo”. Yo diría que hemos esperado ocho años, porque hace diez a casi nadie se le podía pasar por la imaginación que el Xerez iba a estar en Primera. El Xerez, para que lo sepas amigo de fatigas, ha ido creciendo deportivamente al tiempo que lo ha hecho la ciudad y la afición. El Xerez se desangraba en Tercera División en campos de tierra o en campos casi sin gradas, con equipos hechos a golpe de talonarios que no podían ascender, como no ascendió aquel que se enfrentó al Rayo Vallecano en una eliminatoria rara, rara o aquel que no lo hizo ante el Extremadura, en una eliminatoria en la que le metieron un gol por un boquete que tenía la lateral de la red, y que se la hizo perder, o aquel que eliminó el Avilés o aquel Xerez que se conformaba con hacer el cuarto o el quinto en Segunda División B, o aquel otro que ascendía para descender de inmediato. Ese Xerez que tenía dos mil socios y que llevaba cuatro mil personas a las gradas. Ese Xerez que no podía caminar solo y que era prisionero, quizá, de las ataduras sociales de la propia ciudad. El fútbol era cosa de obreros y, por eso, desde las esferas económicas locales nunca se le prestó el apoyo decidido que podía haber tenido. La ciudad se desperezó, las diferencias de clases se estabilizaron, la clase media, que no existía, comenzó a a aparecer, llegó la democracia y con ella las inversiones de los Ayuntamientos y de aquellas dos bombillas que alumbraban las calles Ancha y Lealas de comienzos de los años 70, se pasó a un Jerez que se expandía y que demográficamente ascendía de forma imparable, que se apoyaba en una juventud que rompía ataduras del pasado y se enfrentaba a un nuevo futuro y con esa nueva personalidad, el fútbol -gracias Kolectivo porque habéis sido el guía de la nueva afición- fue tomando cuerpo en la ciudad y el Xerez, aunque económicamente haya seguido siendo el desastre que siempre fue, se iba haciendo un gran equipo al tiempo que Jerez se convertía en una gran ciudad, en la primera de la provincia.
Él , llevado de su osadía juvenil, quería que el equipo ascendiese por la vía rápida sin darse cuenta de que no era fácil y menos cuando los xerecistas llevaban 21 puntos consecutivos sumados y no había forma de meterse en el tren de Primera. De ahí esa fábula de la liebre y el galgo. La liebre ha llegado a la meta, no podía ser de otra manera, pero no es menos cierto que ha tenido que mirar hacia atrás y ha visto cómo los galgos vestidos de blanco o azul y blanco no paraban de correr en su caza y captura. No es que yo no viese la botella llena, tampoco la veía vacía, pero es que la experiencia sirve para ir sopesando los distintos aconteceres de este fútbol que uno lleva mamando desde que tenía cuatro años, que ya son años, y en Jerez he visto de todo, o casi de todo ,y de ahí que esa bendita locura que de tí se apoderaba después de cada triunfo azulino yo intentase calmarla con aquello de que había que ir partido a partido y de que había que esperar, que el gozo llegaría, pero en tiempo y en forma y no cuando al señor Rubén le apeteciese.
El ascenso ya está -todo llega- y ahora se agolpan los recuerdos de aquella gente que tanto lucharon por el Xerez y también se apodera de la masa esa frase de que “hemos esperado 62 años para conseguirlo”. Yo diría que hemos esperado ocho años, porque hace diez a casi nadie se le podía pasar por la imaginación que el Xerez iba a estar en Primera. El Xerez, para que lo sepas amigo de fatigas, ha ido creciendo deportivamente al tiempo que lo ha hecho la ciudad y la afición. El Xerez se desangraba en Tercera División en campos de tierra o en campos casi sin gradas, con equipos hechos a golpe de talonarios que no podían ascender, como no ascendió aquel que se enfrentó al Rayo Vallecano en una eliminatoria rara, rara o aquel que no lo hizo ante el Extremadura, en una eliminatoria en la que le metieron un gol por un boquete que tenía la lateral de la red, y que se la hizo perder, o aquel que eliminó el Avilés o aquel Xerez que se conformaba con hacer el cuarto o el quinto en Segunda División B, o aquel otro que ascendía para descender de inmediato. Ese Xerez que tenía dos mil socios y que llevaba cuatro mil personas a las gradas. Ese Xerez que no podía caminar solo y que era prisionero, quizá, de las ataduras sociales de la propia ciudad. El fútbol era cosa de obreros y, por eso, desde las esferas económicas locales nunca se le prestó el apoyo decidido que podía haber tenido. La ciudad se desperezó, las diferencias de clases se estabilizaron, la clase media, que no existía, comenzó a a aparecer, llegó la democracia y con ella las inversiones de los Ayuntamientos y de aquellas dos bombillas que alumbraban las calles Ancha y Lealas de comienzos de los años 70, se pasó a un Jerez que se expandía y que demográficamente ascendía de forma imparable, que se apoyaba en una juventud que rompía ataduras del pasado y se enfrentaba a un nuevo futuro y con esa nueva personalidad, el fútbol -gracias Kolectivo porque habéis sido el guía de la nueva afición- fue tomando cuerpo en la ciudad y el Xerez, aunque económicamente haya seguido siendo el desastre que siempre fue, se iba haciendo un gran equipo al tiempo que Jerez se convertía en una gran ciudad, en la primera de la provincia.
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