No sé que pasará ni que dirá el tal Puigdemont. Pero, como decía Unamuno, nos duele España, nos duele la democracia que fue construida con tanto esfuerzo y que desde esa maravillosa parte de nuestro país que es Cataluña están muy cerca de destrozar. He viajado recientemente a Tarragona por motivos profesionales y es la primera vez que me he sentido profundamente incómodo en un lugar al que me encanta ir, con gentes magníficas, pero que se ha transformado en una profusión de banderas y de conversaciones contrarias a España, con una enorme fractura social.
Leía ahora nada menos que a Barenboim decir que “El patriotismo es una emoción de admiración y de pertenencia al diálogo con el resto”, pero el nacionalismo no da opción a hablar. Lo que vemos no es sino una ideología absolutamente retrógrada y trasnochada que proclama una división que carece de sentido en lugar de mirar a Europa y al futuro luchando juntos dentro de nuestro gran país. Y todo ello encima con una mezcla de las proclamas de independencia puestas bajo el dominio de aquellos cuya obsesión no es otra que simplemente destruir el sistema.
Creo que el camino no es ni mucho menos atender esas insostenibles pretensiones sino desde la absoluta libertad y pensando en el desarrollo hacia una Europa mucho más unida, rescatar por el Estado competencias en materia de educación, justicia y seguridad, que vemos nunca debieron dejarse en manos de quienes han hecho un uso absolutamente imperdonable de ellas para perjudicarnos a todos y muy especialmente a la propia Cataluña.
La manifestación del domingo fue ejemplar y debemos pelear porque esa enorme mayoría que quiere una España unida deje de ser silenciosa y no sea avasallada por quienes desde un falso progresismo están dispuestos a imponer sus ideas y modos a todos, porque ellos no creen en otra cosa que en su idea dominante y no están dispuestos a que la misma sea sometida a reglas democráticas que nos hemos dado todos.
Tendría que citar otra vez a Unamuno cuando decía aquello de soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio. Y creo que esta España nuestra tiene un parte esencial de la misma en Cataluña. Habrá que adoptar todas las medidas que la Constitución ofrece para que no se produzca la ruptura de nuestro pueblo, pero no cabe consentir esa imposición de unos cuantos que no saben sino empobrecernos a todos. Por ello digo con esos miles de personas que somos sencillamente españoles: ¡Visca Catalunya y Viva España!