Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He sentido como el primer plano de una preciosa pupila verde desnudaba mi humanidad y me sometía a un estado de hipnosis instantáneo. He comprobado que ese mismo plano, utilizado en Blade Runner (1982) para mostrar mucho más que el reflejo de una sociedad distópica toda fuego y luces industriales, es empleado, 35 años después, para volver a condensar las claves narrativas y conceptuales de la obra a la que pertenece. Ridley Scott estará orgulloso.
Denis Villeneuve, director de Enemy (2013) y La Llegada (2016), acomete con Blade Runner 2049 su mayor reto como cineasta. El canadiense, que atesora hasta el momento una filmografía sobresaliente, confecciona una de las mejores secuelas que nos ha dado el cine contemporáneo, y lo hace reanudando una de las historias de culto más admiradas de la ciencia ficción cinematográfica de los años 80 de manera sólida y coherente, huyendo de la complacencia y afrontando con valentía su papel activo en la creación de una obra que busca en todo momento tener su propia identidad.
El secretismo al que se ha abocado la promoción de la película se justifica por la imposibilidad de escribir sobre la trama sin realizar revelaciones importantes, así que seré breve: K (Ryan Gosling) es un Blade Runner encargado de “retirar” antiguos modelos de Replicantes, seres de inteligencia artificial creados por el hombre a su imagen y semejanza. El descubrimiento de un importante secreto lo arrastrará en una turbia investigación relacionada con los acontecimientos y los personajes de la Blade Runner original. Cine negro y distópico vuelven a darse la mano para guiar la narración de una historia que quiere ser mucho más.
Villeneuve construye su película asentando la base formal y narrativa de esta sobre elementos clave de su predecesora: el ritmo pausado, la profundización en el desarrollo de personajes y el empaque visual y sonoro de sus cautivadoras imágenes.
Sin embargo, lejos de limitarse a recrear sus tramas y conceptos, el director se propone expandir el atractivo universo al que nos asomábamos en 1982 con interesantísimas y enriquecedoras propuestas, que, con la inclusión de nuevas ubicaciones y personajes, profundizan y ensanchan los estamentos sociales y políticos de su mundo.
Blade Runner 2049 profundiza en varios conceptos filosóficos sobre la búsqueda de la identidad y lo que realmente nos hace humanos; en la importancia de la memoria y sus afectaciones emocionales; en la naturaleza del amor y sus consecuencias definitorias; en el poder de las acciones sobre todo lo demás; en la condición consumista y egocentrista del hombre; en las claves originarias de una revolución; y en un sinfín de las trepidantes cuestiones que nos atormentan y a la vez nos alientan durante nuestra fugaz existencia, hasta perdernos como lágrimas en la lluvia. El tiempo, como sucedió con la Blade Runner original, dictará su lugar en la historia.
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