La mayor victoria del Demonio es hacernos creer que no existe. A partir de ese momento, el Maligno actúa con total impunidad y a sus anchas. Esta es la tesis principal defendida por el padre Gabriele Amorth (Módena, Italia, 1925), sacerdote perteneciente a la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl (los paúles), licenciado en Derecho y exorcista oficial de la Diócesis de Roma y del Vaticano, considerado unánimemente el mejor espantadiablos del mundo. En 2007 tuvimos la oportunidad de ver y escuchar al padre Amorth durante una larga e impactante entrevista en el programa Cuarto Milenio de Cuatro.
Son raros los casos de auténtica posesión diabólica, afirma don Amorth, pues muchas veces se trata de graves perturbaciones mentales. Aun así, él mismo reconoce haber realizado cerca de 55.000 exorcismos. Convertido de un tiempo a esta parte en estrella mediática internacional, este ministro del Señor publicó, con gran éxito, dos libros en los que cuenta sus experiencias como infatigable combatiente contra las fuerzas de la oscuridad: Habla un exorcista (1999) y Más historias de un exorcista (2002). Del primero se vendieron alrededor de 500.000 ejemplares, y el segundo fue por igual camino. Luego, a pesar de sus años, ha seguido escribiendo. Debido a la tremenda crisis de fe y de valores, la humanidad se encuentra hoy en una situación especialmente vulnerable ante las acechanzas diabólicas. El olvido de Dios y de Stalin conduce a la superstición y al ocultismo: proliferan las sectas satánicas, el rock satánico, el espiritismo cibernético e incluso una literatura infantil, harto sospechosa, cuyo máximo exponente son los libros de Harry Potter, en los que el padre Amorth detecta signos inequívocos de perversidad. Para él no existe diferencia alguna entre magia blanca y negra: toda magia procede del infierno. Aunque en lo de Harry Potter se confunde el buen cura, ya que no se trata de nada demoníaco sino de un potaje esotérico (eso sí, hábilmente cocinado) para entontecer a los niños.
Guerra sin cuartel contra el Príncipe de las Tinieblas. Amorth criticó con aspereza el texto del nuevo Ritual de Exorcismos promulgado en 1999 por la Iglesia. Sin pelos en la lengua, lo calificó de farsa y denunció que en las comisiones encargadas de su redacción no había participado ningún exorcista, ni tan siquiera nadie que hubiera presenciado un exorcismo. Por añadidura, esas comisiones hicieron oídos sordos a las sugerencias elevadas por una asamblea de exorcistas. Asunto desagradable. Según el padre Amorth el nuevo Ritual incurre en graves contradicciones, como prohibir el exorcismo salvo cuando hay absoluta seguridad de posesión, algo que sólo se constata, precisamente, si se ejecuta el exorcismo. Desaparecen muchas oraciones que habían demostrado su eficacia desde siglos. Prohíbe también actuar en materia de maleficios (males causados por el Diablo, pero sin posesión). Sin cortarse, Gabriele Amorth señala acusadoramente hacia muchas autoridades eclesiásticas que, cayendo en la trampa, han dejado de creer en el Demonio y pretenden liquidar estas cuestiones. Este conflicto, sin embargo, tuvo un final en el que se percibe la sutil habilidad y aquilatada prudencia de la Santa Sede. Tras aprobarse el nuevo Ritual, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Jorge Medina Estévez, le añadió una notificación en virtud de la cual los exorcistas no están obligados a seguirlo, y pueden solicitar a sus obispos usar el antiguo; los obispos, a su vez, pedirán la venia a la antedicha Congregación que –en expresión literal del Prefecto– “siempre la concederá gustosamente”. El busilis, claro está, se encuentra en el adverbio gustosamente, lo que indica, a todas luces, una postura de franca complicidad con los demandantes y un merecido triunfo del padre Amorth.
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