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Aplicarse el cuento

DESDE que el mundo es mundo, han existido pobres y ricos. Hubo incluso épocas donde las prebendas eran totalmente vejatorias para los más débiles, que por no tener, no tenían siquiera derecho a la vida.

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Desde que el mundo es mundo, han existido pobres y ricos. Hubo incluso épocas donde las prebendas eran totalmente vejatorias para los más débiles, que por no tener, no tenían siquiera derecho a la vida. La propia estructura social dominante les impedía acceder a los bienes que solo estaban al servicio de los pudientes. El Estado de Derecho -que hoy afortunadamente gozamos-, ha sido posible por la lucha de muchas personas, que año tras año y siglo tras siglo, creyeron en la igualdad de los hombres y las mujeres, por la simple y llana condición de seres humanos.


Uno de los aspectos fundamentales entre otros de este avance social en lo que hemos dado en llamar Estado del Bienestar es, sin duda alguna, los Servicios Sociales Públicos. Este sistema universal permite a todas las personas -digo a todas porque algunos ignorantes siguen pensando que solo es para personas pobres, allá ellos y ellas- acceder a unas prestaciones y servicios que la propia legislación exige se ponga al servicio de la ciudadanía, lo que significa la obligación del Estado -en toda su estructura- de satisfacer las necesidades de la población, sea cual fuere su condición personal, familiar y social. Para ello, se dota de una estructura -valga la redundancia- organizativa y de funcionamiento con competencia de las Comunidades Autónomas, que esta traslada a su vez en muchas de sus partes a los Ayuntamientos, para que estos pongan en marcha los diferentes servicios a los ciudadanos y ciudadanas. Como ustedes comprenderán, lo estoy simplificando al máximo para que todo el mundo lo pueda entender fácilmente más allá de grandes términos grandilocuentes que lo único que consiguen es enrevesar la explicación.

Otro de los aspectos importantes, es que estos servicios son prestados por profesionales, osea, personas con la suficiente capacitación para atender la multiplicidad de factores que intervienen y las causas que lo generan, lo que permite realizar una intervención social ajustada a la propia realidad de las personas, lo que significa -no siempre valorado- que los psicólogos, educadores sociales, trabajadores sociales, monitores etc…, no proponen soluciones caprichosas en base a un deseo personal, antes al contrario, existen protocolos perfectamente diseñados que facilitan la puesta en marcha de las medidas, lo que al mismo tiempo intenta garantizar -siempre puede haber excepciones- que no se discrimina en función de cómo nos cae tal o cual persona. Para que ustedes me entiendan nada mejor que un buen ejemplo. El sistema de Servicios Sociales es igual que el sistema Sanitario y el Educativo. Sin embargo, estarán conmigo, que no siempre se le ha otorgado la misma importancia, ni por parte del Estado, ni tampoco por las personas que lo utilizamos, desdeñándolos a un nivel inferior, craso error, que poco a poco se va corrigiendo.

Quiere esto decir, que no entiendo porque aceptamos el diagnostico de un medico y sin embargo -en muchos casos- no lo hacemos del profesional que en el caso que nos ocupa, está tratando nuestra dolencia social -permítanme esta expresión burda pero aclaratoria-.

A lo largo de mi trayectoria, me he encontrado multitud de personas que daban su opinión -osea su diagnostico- de cómo intervenir ante una situación social con tal atrevimiento, que a uno que ha visto tanto, incluso me sigue sorprendiendo aún. ¿Que dirían algunos y algunas si yo en la calle les dijera mi diagnostico clínico ante un dolor de estomago?. Lo menos, este tío está loco. Aplíquense el cuento por favor.

jmjgutierrez@hotmail.com

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