El Pleno del Parlamento Andaluz cumplía la pasada semana uno de los principales hitos como era la aprobación, con los votos mayoritarios de la coalición de gobierno, de PP y Cs , y los de Vox , la ley de Presupuestos para el año que viene. Un paso trascendental que contiene, además, la garantía de poder agotar este mandato en el caso hipotético de una posible ruptura prorrogando dichas cuentas si se diera el caso. El valor político del acuerdo alcanzado era más que evidente y para inmortalizarlo qué mejor que esa foto en el hemiciclo, recién acabada la sesión plenaria, de todos los diputados de PP y Cs, incluidos Juan Manuel Moreno y Juan Marín, sonrientes y satisfechos, trasluciendo su felicidad por el acontecimiento vivido. Una imagen de concordia que habla por sí sola del grato ambiente de pleno entendimiento existente entre ambos partidos, sin que la acción de gobierno haya erosionado lo más mínimo la alianza suscrita entre dichas fuerzas políticas.
En contraposición a este episodio de normalidad democrática, que refuerza el papel institucional de la Cámara andaluza, apenas unos días después, Vox Sevilla convocaba una concentración de protesta frente a ese mismo lugar que antes se había ennoblecido cumpliendo con uno de sus trámites más destacados, como es la aprobación de las cuentas de la comunidad. Reclamaban a los socialistas que devolvieran el dinero defraudado por los ERE. El punto chusco lo ponía el reparto de paquetes de rodajas de chorizo. Su portavoz, Alejandro Hernández, quien hasta ahora ha demostrado gran sensatez y sin las estridencias que caracteriza a muchos dirigentes de su partido, admitía que se trataba de una protesta festiva y con un humor que algunos no entenderían. Tanto, que se produjeron llamativas ausencias en una acción que, en el fondo, perjudicaba al propio parlamento al que ellos, también, pertenecen.
Unan a esta extravagancia el empeño de Adelante Andalucía de proponer una reprobación genérica a todos los gobiernos de Chaves, Griñán y Díaz por los ERE, en contra del informe de los letrados , o el triste espectáculo en el que se ha convertido la comisión de la FAFFE, para llegar a la conclusión de que este Parlamento no está, precisamente, en uno de sus mejores momentos.