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Ayuntamientos: cambiar o languidecer

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LA mayoría de los ayuntamientos, incluido el nuestro, atraviesan una situación financiera crítica. Jerez precisamente está entre los que arrastran una deuda desorbitada. Al margen de la crítica que podamos hacer a la gestión que nos ha llevado hasta aquí, me llama la atención que las únicas soluciones a las que se aboca a los ayuntamientos aquí y en todos sitios sean siempre nuevas huidas hacia delante mediante nuevos créditos bancarios. La crisis pero también la resistencia de las administraciones autonómicas a perder sus espacios de poder y gestión aplazan de nuevo el pacto local hasta el 2011.


Pero tan importante como el pacto de financiación, es necesario un giro en la política municipal que debe plantearse nuevos objetivos estratégicos, al tiempo que modernizar su gestión. Necesitamos ayuntamientos con financiación y competencias suficientes que puedan prestar mejores servicios, pero también una nueva orientación sobre el rol de las administraciones locales. Estas han tenido como principal fuente de ingresos al urbanismo, gravemente mermada ahora con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Se cierra una larga etapa donde al lado de las mejoras objetivas podemos apreciar también crecimientos urbanísticos desproporcionados y en más casos de los deseables corruptelas que siempre han tenido como centro a la concejalía de urbanismo.
El presente y el futuro de la gestión municipal no pasa por el ladrillo sino por las políticas sociales y la participación ciudadana, no pasa por las obras faraónicas sino por la capacidad de dinamizar a la sociedad civil en pro de objetivos comunes. No pasa por los PGOU sino por verdaderos planes estratégicos donde esté implicada toda la ciudadanía, a los que debe supeditarse la política urbanística y no al revés.

Hace poco nos visitó Pilar Figueras, la secretaria general de la asociación internacional de ciudades educadoras, a la que Jerez pertenece desde 2007. Si preguntamos en la calle o incluso en el mismo ayuntamiento, probablemente nos encontraremos con que muchos no tienen ni la menor idea de que significa tal cosa. Es lamentable porque justo una iniciativa como "ciudad educadora" tiene sentido si sale de los despachos e implica a los diferentes agentes sociales y fuerzas vivas de la ciudad. Construir una ciudad educadora implica construir una ciudad más cívica, más solidaria, donde se aproveche el potencial educativo de sus actividades en todos los ámbitos. No concierne sólo a la Delegación de Educación sino que justamente su valor reside en que busca la implicación de todas las áreas de gestión municipal y de la sociedad civil. Es una tarea ardua donde el ayuntamiento dinamiza pero no debe monopolizar.

Justamente este es, en mi opinión, el nuevo patrón que debe definir la gestión municipal del presente y del futuro: coordinar y promover la participación, implicando a los ciudadanos en la resolución de sus problemas. Esto no debe significar en modo alguno una dejación de las obligaciones que le compete para garantizar las prestaciones sociales o regular el espacio público, pero sí significa un modelo de cooperación con asociaciones, empresas y ciudadanos, que pase por la corresponsabilidad.

Para esto será necesario una modernización de la gestión municipal. Y cuando hablamos de esto, no debemos pensar sólo en tecnología sino sobre todo en cambios organizativos, en transparencia y eficacia en la gestión, en la profesionalización y formación permanente de los cuadros directivos y técnicos, de forma que se esté a la altura de los retos y las necesidades de una sociedad compleja como en la que vivimos.

La buena voluntad, con ser meritoria, ya no basta. Es verdad que muchos políticos potencian su lado humano en las campañas electorales. Habrá que empezar a pedirles que además de "buenas personas", acrediten sus competencias.

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